ÁREA DE EDUCACIÓN, PREVENCIÓN Y SERVICIOS
ASISTENCIALES
El desarrollo personal del joven y el alcohol
The personal development of young people and alcohol
SANTO-DOMINGO, J.
Hospital Universitario «La Paz». Facultad de
Medicina. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid.
RESUMEN: Objetivo: Analizar la relación entre desarrollo personal
en el joven y el alcohol.
Material y métodos:
Se realiza una revisión bibliográfica
sobre el tema objeto de estudio.
Resultados: El uso y el abuso del alcohol constituye
una fuente de graves problemas
para los jóvenes. Precisamente el hecho de la habitualidad de
su consumo por la población juvenil,
es uno de los factores que han
determinado una atención y una percepción relativamente
escasa para los problemas a los que da lugar.
Conclusiones: Es posible y se debe prevenir los
problemas y conductas de riesgo relacionadas con el alcohol en el joven.
PALABRAS CLAVE: Alcohol. Alcoholismo. Jóvenes. Prevención.
ABSTRACT: Objective: To analyze
the relationship between personal
development
in
young people and alcohol.
Material and methods: A bibliographical review on the topic has been made.
Results: The use and abuse of alcohol constitutes a source of serious problems for young people.
In fact, the regular consumption of alcohol by young people is one of the factors
which has lead to a less
than adequate attention to an
understanding of the problems.
Conclusions: Problems and risks related to alcohol among young people can be and should be prevented.
KEY
WORDS:
Alcohol. Alcoholism. Young people.
Prevention.
El alcohol,
las conductas de riesgo y el desarrollo
personal
de los jóvenes
El uso y el abuso del alcohol constituye
una fuente de graves
problemas para los jóvenes.
Precisamente el hecho de la habitualidad de su consumo
por la población juvenil, es uno de los factores que han determinado
una atención y una percepción relativamente
escasa para los problemas
a los que da lugar. Además de esta negación y falta de percepción puede observarse también
una actitud que se ha denominado de «glamourización» o de encantamiento ante el uso del alcohol, que tiene su origen en el papel socializador admitido para esta sustancia,
cuyo uso incluso marca el tránsito
de la niñez a la juventud.
Lo cierto es que los datos que se observan en los
países desarrollados, y también en otros en desarrollo, incluso de culturas diferentes
a la occidental, demuestran
que una parte importante de la población adolescente y juvenil, presenta problemas
relacionados con el alcohol,
y así mismo, que estos datos deben considerarse como una infraestimación de la realidad.
Se llega a afirmar,
que solo se conoce habitualmente la mitad de la prevalencia de jóvenes
con problemas relacionados con el alcohol, que van a interferir y condicionar muchas veces decisivamente
el desarrollo de su persona y de sus vidas.
La muerte del joven, es la más obvia y dramática interrupción del desarrollo
personal. Se estima que los suicidios, los homicidios y los accidentes, son la causa de aproximadamente 0% de las muertes de adolescentes, y el alcohol y las drogas están involucrados en la mitad de esos casos.
A estas muertes hay que añadir
las que se producen como consecuencia de otras conductas de riesgo relacionadas con el alcohol.
Todos ellas vienen a truncar
definitivamente el camino de la infancia
a la adultez.
Desde el punto de vista del conocimiento científico de las consecuencias personales
del uso del alcohol en el desarrollo del joven, la alta mortalidad referida constituye una dificultad
importante en los estudios
prospectivos a largo plazo, por la importante atricción de la muestra que supone.
Las muertes son relativamente poco frecuentes entre la
adolescencia y primera juventud, pero
hay una proporción
de adolescentes que no
sobreviven en
períodos por ejemplo
de 0 años, lo que a veces impide el seguimiento completo de las muestras.
En general,
el uso moderado y esporádico del alcohol es un aspecto aceptado del desarrollo e incorporación del joven a la sociedad
adulta. Cuando el consumo
de alcohol
se hace
habitual en alguna manera (sea
continuamente o en fines de semana), es frecuente la incidencia
de problemas
de salud
y sociales determinados por
la bebida,
como los accidentes, las intoxicaciones repetidas,
los
fracasos académicos y laborales, la
violencia y otros problemas. Para Rodondi et
al el uso regular de alcohol, frecuentemente asociado con embriagueces
y conducir bebido, se asocia con
riesgos de salud y problemas como robos, formar parte de un
«gang», planteamientos suicidas, y en el aspecto laboral, ser más frecuentemente aprendices
que estudiantes.
El estilo de vida en el cual el alcohol
forma un ingrediente regular, conlleva una prevalencia elevada de
conductas de riesgo entre los jóvenes, al correlacionarse con otras conductas como
por ejemplo fumar, consumir otras
sustancias psicotrópicas, o mantener relaciones sexuales con múltiples compañeros, o realizar dichas
relaciones sin precuaciones (no utilizar preservativo, etc.). Estas
conductas de múltiples riesgos, en algún estudio, se dan más frecuentemente en jóvenes con carencias
personales en su ambiente (falta de un padre, etc.), con sentimientos de desajuste emocional y actitudes poco convencionales.
Los estilos de vida con conductas saludables, relacionados por ejemplo con un nivel adecuado de actividad física y de normas higiénicas, una alimentación
así mismo adecuada, y un empleo adecuado del ocio y precauciones convenientes
en ciertas circunstancias como la utlización del cinturón
de seguridad, se correlacionan negativamente
en los adolescentes con consumo de sustancias como alcohol y otras sustancias
(tabaco, cannabis) y así mismo con malos rendimientos
escolares.
En definitiva, desde el punto de vista del desarrollo
personal del joven,
teniendo en cuenta la extensión e intensidad del consumo
de alcohol, y la gran correlación de este con los problemas emocionales,
cuando se encuentran problemas de este tipo en la adolescencia,
debe considerarse que el alcohol,
solo o con otras drogas,
está jugando un papel importante, incluso como factor causal primario.
Del uso esporádico del alcohol, al abuso y a la dependencia
del alcohol y de otras drogas
El uso esporádico del alcohol, incluso
el uso único, puede constituir un hecho que afecte decisivamente el desarrollo ulterior del adolescente. Esta influencia
puede estar en relación con las consecuencias físicas de la intoxicación alcohólica aguda, y así mismo con
la realización de conductas de riesgo también determinadas
por los efectos del alcohol.
La embriaguez, con su sintomatología habitual,
generalmente constituye una experiencia desagradable, pero en algunos casos, sobre todo en las llamadas
embriagueces atípicas o idiosincráticas, producidas
incluso por cantidades pequeñas
de alcohol y relacionada
con una vulnerabilidad individual previa, puede ser
una experiencia
muy desagradable. Puede vivirse con
síntomas de angustia, incluso de crisis de pánico, o experiencias delirantes, e incluso desencadenar estados convulsivos
generalizados. La experiencia de la
angustia o el pánico, puede determinar la evitación
de ulteriores estados de embriaguez. En ocasiones, dicha experiencia angustiosa, puede constituir
el desencadenamiento de un trastorno de ansiedad duradero, como ocurre por otra
parte también con otras sustancias psicotrópicas, fundamentalmente el cannabis, los estimulantes
y los alucinógenos. En otras ocasiones, la sintomatología atípica delirante o
de agitación psicomotriz aparecida con la intoxicación determina la hospitalización,
experiencia que a su vez es vivida
e integrada difícilmente por el joven.
Los efectos físicos
de la intoxicación importante en el adolescente son entre otros los
vómitos y sobre todo la pérdida de
conciencia, el coma, que se produce con concentraciones de alcohol en sangre más bajas que en el adulto y se desarrolla más rápidamente. Los
riesgos de hipoglucemia y de hipotermia en ambientes fríos son también mayores
en el adolescente. La intoxicación juvenil, es una causa relativamente frecuente de urgencias e incluso de hospitalizaciones en ocasiones de evolución fatal.
Con alguna frecuencia estas intoxicaciones graves, tienen su origen en ingestiones masivas de alcohol,
realizadas para experimentación,
a veces en grupo.
También se producen con finalidad suicida. En cualquier caso, la
incidencia del coma etílico, supone una circunstancia clínica importante, que
incluso puede complicarse con secuelas
duraderas de tipo
neurológico, y nunca debe ser infravalorada.
La intoxicación alcohólica aguda episódica, incluso de intensidad leve, también hace posible la realización de conductas de riesgo, que pueden impactar
incluso gravemente con el desarrollo personal del joven.
El embarazo indeseado, el contagio de enfermedades de transmisión sexual como el VIH/SIDA y otras, el accidente de tráfico, o la comisión de delitos en el hombre y
la victimización en la mujer, en alguna ocasión pueden ser el producto de una intoxicación alcohólica
aislada, en un joven bebedor
habitual o no. A ellas
se hace referencia más pormenorizada más adelante.
Aunque no se conoce la prevalencia
real de estas complicaciones, cada vez
se valoran más dada su trascendencia.
En lo que se refiere al consumo más habitual o regular
de alcohol, la edad precoz de iniciación ha sido considerado un factor indicador de la intensidad posterior de su uso, ya en la juventud, aunque no explique
al parecer las diferencias de género que se dan en esta edad. Cuando comienza un trastorno de
abuso en la adolescencia precoz, se
asocia frecuentemente con trastornos de conducta
y fallos en la escuela. Existen otras
variables
mediadoras como la existencia de
padres bebedores, el grupo iniciático de compañeros,
la relación con la escuela, y muy
importantemente la percepción del daño
producido por el
alcohol, que pueden modular
esencialmente los efectos de la precocidad en la edad de iniciación.
También existen
factores de nivel biológico
que pueden influir sobre la intensidad del uso de alcohol.
En este sentido cada vez se conoce
mejor el condicionamiento genético que juegan en determinados grupos de población los polimorfismos ALDH (polimorfismos */*, */* y */*) relacionados con el metabolismo del alcohol.
Incluso en subgrupos de población portadores de estos polimorfismos, se comprueba
la influencia de los factores ambientales en el ulterior desarrollo de la abstinencia o el abuso del alcohol.
Realmente, aunque se postule por una mayoría de investigadores que en el abuso y dependencia del alcohol estén
involucrados estados funcionales
alterados del sistema nervioso
condicionados genéticamente, lo cierto es que este modelo biológico por sí
solo no explica por el momento la
clínica ni en sus aspectos etiopatogénicos y sintomáticos ni en los evolutivos,
y necesita ser completado con otros modelos psicosociales.
Los adolescentes se involucran
en el alcohol y las otras drogas a través de patrones de progresión. Desde de la abstención inicial, el adolescente
progresa al consumo de cerveza, cigarrillos, vino, licor, y con frecuencia, posteriormente al
cannabis y después otras sustancias psicotrópicas (éxtasis, cocaína, etc.). Es importante
destacar el hecho de que generalmente, los
adolescentes no abandonan
el uso de una sustancia
para pasar a consumir
otra, sino que pasan a ser consumidores de múltiples sustancias con
cierta habitualidad (alcohol, tabaco, cannabis, éxtasis) produciéndose
una mutua elevación de riesgos. Sustancias
como café y tabaco también conllevan en la adolescencia un riesgo de asociación con alcohol y cannabis. Aunque más
frecuentemente el uso de sustancias por el adolescente ocurre a bajos niveles
de intensidad y frecuencia, una minoría importante desarrolla niveles altos y frecuentes de consumo de alcohol y tabaco, que se asocian al
uso de las otras sustancias
con afectación de la salud y
de otro tipo. En relación con la coexistencia de conductas adictivas según el género, se ha observado que el hombre
tiende a presentar más frecuentemente conductas relacionadas con el alcohol, el tabaco, el juego, la televisión o la red de internet, mientras la
mujer por ejemplo utiliza más dependientemente la cafeína y el chocolate.
El alcohol constituye
por tanto
un factor
muy importante de progresión hacia el uso de otras sustancias,
sobre todo el cannabis. El
proceso subyace a la regularización del uso del cannabis,
además de la facilitación iniciadora que realiza el alcohol, depende
de otras variables, algunas de carácter personal,
como son
los niveles
de autoestima,
competencia, actitudes y compromiso personal, y otras
de carácter
ambiental, como la historia familiar, la disponibilidad
inmediata de drogas y la presión
del grupo
de compañeros0. Se han descrito rasgos de personalidad que representan un menor riesgo para la asociación
de consumo de sustancias, como la capacidad
de auto-control, la tranquilidad, la seriedad, capacidad de atención, la capacidad de organización,
mientras otros como la
irritabilidad, la preocupabilidad, el descuido,
el desmañamiento, y otros similares
serían indicadores de riesgo.
Mientras el desarrollo
de actividades
deportivas generalmente
se considera un buen indicador, sin embargo a veces ciertas actividades que
se desarrollan
en grupo
con compañeros consumidores,
pueden actuar negativamente,
aumentando el riesgo de uso
de sustancias.
Entre
los familiares familiares descritos como protectores, destacan
la estabilidad parental, así como la permanencia en
el hogar de la madre o el padre.
Algunos de los rasgos descritos
anteriormente y otros como problemas de disciplina doméstica o escolar, e incluso rasgos
antisociales como mentiras, pequeños delitos,
fugas, etc.
constituyen elementos del trastorno de conducta, que se postula
como un factor de riesgo para el uso
y abuso del
alcohol y otras sustancias. Se admite
generalmente, que el trastorno
de conducta, está correlacionado con un uso
más precoz de
alcohol y otras
sustancias, con un uso más intenso,
y así mismo con el riesgo
de desarrollar abuso. En el estudio
ECA, más de
la
cuarta parte de los usuarios de drogas,
habían tenido trastorno de conducta antes de los años, mientras este antecedente sólo lo tenía
la décima
parte de
la población general. Los trastornos de conducta exponen más al niño y adolescente al contacto y disponibilidad con el alcohol y las otras
sustancias en edades más tempranas, en las que existe un estado biológico
más vulnerable ligado a los cambios
críticos puberales. Por ello, el riesgo aumenta la exposición
al alcohol es antes de los
años, y disminuye cuando se realiza pasados los años.
Otros factores como los
antecedentes familiares (violencia
o abuso de
alcohol o drogas, educación incoherente), y a veces la psicopatología
familiar
pueden jugar un papel agravador del riesgo.
Parece casi obvio, que el mejor predictor del abuso de alcohol u otras sustancias
en la adultez es el consumo precoz de alcohol o sustancias
en la niñez. De hecho la dependencia del alcohol, se inicia aproximadamente antes de los años en la cuarta
parte de los alcohólicos. Se distingue un grupo de
abusadores precoces, con problemas
psicosociales y sin desarrollo de dependencia, y un grupo de abusadores tardíos, con alteraciones fisiológicas y desarrollo de dependencia. Existen datos de que no existe especificidad en el valor
predictivo del consumo precoz, no distinguiéndose consumos que predigan otros determinados consumos. En resumen, como predictores de
dependencia, se consideran: un patrón inespecífico de consumo intenso
y regular, con embriagueces, uso de licores
y de drogas; un uso
psicotrópico, farmacológico, de la bebida; una personalidad frágil, con conducta antisocial
y dificultades
adaptativas escolares
y laborales; problemas de alcohol en familia,
como alcoholismo parental; problemas psiquiátricos familiares y situación socioeconómica baja.
Alcohol y personalidad
El alcohol es un factor tóxico exógeno,
que va a determinar incluso cambios importantes en el desarrollo
y evolución
de la personalidad del adolescente y después del joven adulto. En principio, los efectos
tóxicos del alcohol afectan a diversos
órganos corporales, y en particular, alteran el funcionamiento cerebral. En el abuso del alcohol, existe evidencia
de la alteración de las funciones
y rendimientos neuropsicológicos más o menos importantes y duraderos, y así
mismo, se producen alteraciones en la regulación y control afectivo y emocional.
Sin embargo, el efecto del alcohol sobre el desarrollo
de la personalidad, como el de otras sustancias, no puede comprenderse teniendo
en cuenta solamente los aspectos tóxicos, sino la acción de estos en los diversos
niveles
biológicos y psicosociales así como la situación concreta del adolescente.
Respecto el nivel biológico, ya se expuso el condicionamiento
que juegan los factores genéticos. Otros factores biológicos, como la existencia de patologías neurosiquiátricas previas, desde los trastornos
orgánicos cerebrales hasta los trastornos psicóticos pasando por
los trastornos de ansiedad, van a
influir incluso decisivamente en la acción perturbadora del alcohol
sobre la personalidad del adolescente.
En el nivel
psicológico, el desarrollo previo de
la personalidad
tiene a veces características que permiten una cierta
predicción de evoluciones posteriores, incluso ante
la
incidencia de factores externos, como sería el alcohol.
En este
sentido, características como la agresividad,
la hiperactividad, la inquietud motora, la falta de concentración, la baja motivación escolar, los bajos rendimientos, las relaciones difíciles y reducidas,
se correlacionan en
su acción
y predicen hasta cierto punto conductas
del joven y el adulto, como los problemas
de alcohol y así mismo otros problemas
psiquiátricos y sociales.
Rasgos como la desinhibición, y el
bajo control de las emociones y de la conducta,
se asocian con el desarrollo
de problemas con el alcohol en los adolescentes y jóvenes. El
mal control
de la
irritabilidad, es un
factor
que se
ha
asociado al consumo de alcohol. El rasgo de búsqueda
de novedades y emociones,
se asocia con frecuencia sobre todo en hombres, por una parte, con el abuso de alcohol y otras sustancias, y así mismo con el desarrollo del trastorno antisocial de personalidad. Los adolescentes
rebeldes y con conductas socialmente desviantes, tienden
más frecuentemente al abuso
de alcohol
y así mismo de otras drogas. El rasgo de búsqueda de novedades también se asocia con la hiperactividad infantil, encontrándose ambos en grandes proporciones de dependientes alcohólicos (para algunos autores, de más del 0%).
El nivel de autoestima, tan importante en el adolescente, es otro rasgo que puede asociarse el desarrollo
de abuso de alcohol en los jóvenes. Es difícil conocer el
valor predictivo de este rasgo, ya que el mismo abuso
de
alcohol se asocia con baja autoestima. Parece que el nivel de autoestima bajo es más predictivo del abuso de alcohol en mujeres que en hombres.
También se asocian las percepciones de la competencia
y autoeficacia, con el abuso de alcohol: el consumo pesado de
alcohol por el joven se
asocia inicialmente con percepciones elevadas
de autoeficacia, lo que ocurre tanto
en el hombre como en la mujer.
El uso del alcohol, se integra tanto en las expectativas de
competencia y autoeficacia personales,
como en la expectativas del efecto del alcohol para las estrategias de enfrentamiento
de situaciones.
En este
sentido la bebida social
predice el consumo de alcohol, y el
consumo de alcohol como forma de escape
en determinadas situaciones,
predice la forma descontrolada de beber. El
aprendizaje de la bebida en situaciones y contextos, completa el papel de los rasgos de personalidad previos.
El proceso de la individuación en el contexto familar
se relaciona tanto con el uso y el abuso
del alcohol, como con la abstinencia y sobriedad respecto
al mismo. Situaciones y
conflictos que amenazan o disminuyen la cohesión
y la integración familiar se asocian
con aumentos en el consumo del joven,
mientras situaciones que hacen posible los procesos de individuación
entre las diversas
generaciones, se asocian con menor consumo de alcohol.
Factores comunes
de riesgo
para el abuso de sustancias y para el desarrollo anómalo de la personalidad
Existen situaciones
y factores en el ámbito familiar
que por sí mismas
suponen condicionamientos negativos para
el desarrollo
personal, y que además comportan una
elevación del
riesgo de desarrollar abuso y dependencia
del alcohol
y de otras sustancias, potenciándose por tanto posteriormente en sus efectos negativos en los jóvenes después adultos.
Algunos de estos factores ya han sido aludidos al tratar de los rasgos de personalidad y
sus condicionantes. Entre otros
factores conocidos como influyentes, la existencia
de alcoholismo en el ámbito familiar
es también de los más frecuentes. El riesgo de los hijos de
alcohólicos para desarrollar trastornos de personalidad y trastorno de abuso y dependencia de sustancias, debe considerarse en principio relacionado
con el alcoholismo parental, si bien la existencia
de otra psicopatología existente
en los padres, puede jugar también
su influencia.
Las influencias del alcoholismo parental, hacen
referencia a aspectos
físicos, aspectos psíquicos y aspectos sociales de la descendencia. En ella, la disfunción familiar se traduce en consecuencias adversas,
tanto educativas, como intelectuales y sociales, como por
ejemplo mayor proporción de adolescentes gestantes y con consumo de alcohol y otras
sustancias.
La disfunción
familiar, dificulta
el desarrollo
de los
procesos adaptativos en
el adolescente
y favorece su
relación con el alcohol, por una parte fomentando la bús-
queda de novedades y excitaciones, y con ella fomentando
la desviación
social. Esta característica
de desviación y antisocialidad es muy importante entre el abuso
de
alcohol en la
descendencia de alcohólicos, sobre todo entre los descendientes masculinos. En los descendientes femeninos, son frecuentes los trastornos de ansiedad,
y así mismo se han descrito trastornos de autopercepción, como por ejemplo trastornos de alimentación.
El abuso
físico y sexual en
la infancia es
otro antecedente que predice múltiples
riesgos para los adolescentes, entre
ellos bajos rendimientos y fracasos escolares, conductas delictivas, conductas
sexuales de riesgo, y
muy
importante, abuso del alcohol y otras drogas, con el que
se multiplican
los efectos
negativos
sobre el desarrollo de la personalidad. El riesgo de abuso de alcohol, es mayor para las niñas y adolescentes abusadas sexualmente que para el hombre, aunque éstos
desarrollan conductas dependientes de alcohol y drogas más intensas y descontroladas. Los efectos de los abusos físicos y sexuales en la infancia, están muy influidos tanto
negativa como
positivamente por
la situacion
familiar y así mismo por
factores
externos
a la misma, como el ambiente escolar. La
figura
materna parece particularmente importante
a estos efectos.
La existencia de situaciones estresantes, a veces generadas en el ámbito escolar, otras en el familiar y otras
incluso en el ambiente social del adolescente, es un factor que condiciona tanto el desarrollo
de las estrategias adaptativas personales, como el recurso al alcohol como forma de afrontamiento. La utilización del alcohol, motivada por el estrés se hace particular y
precozmente problemática para la mujer.
Factores psicosociales diversos,
que se refieren tanto al ambiente escolar
(bajos rendimientos) como al
social (compañeros, éxito social)
del adolescente, pueden modular
negativa y también
positivamente tanto en
las transiciones críticas
de la adolescencia a la juventud, como en el consumo
problemático de alcohol, que puede llegar a realizarse más o menos tarde en
función del balance entre los factores
de riesgo y los protectores. En ciertos casos,
puede observarse una
acumulación continua de conductas maladaptativas, que favorecidas por los
contextos familiar, escolar y
social, pueden llegar sobre el abuso de alcohol,
al fugismo, la falta de hogar, y el vagabundeo.
Alcohol y comorbilidad psiquiátrica en jóvenes
La asociación de trastornos psicopatológicos y de abuso de
alcohol, es muy frecuente. La existencia de comorbilidad en los adolescentes
abusadores de
alcohol, oscila entre el
doble y el triple que en
la población
general. Los adolescentes que abusan del alcohol,
son
un grupo de alto
riesgo de padecer trastornos psicopatológicos, y esta comorbilidad cada vez se valora más como determinante de la existencia
de alto riesgo para
la evolución futura, que determina necesidades terapéuticas
y asistenciales específicas. Las
alteraciones psicopatológicas no son
directamente atribuibles al
alcohol y tampoco se comprueba la existencia de una relación específica
del alcohol con determinadas patologías. Tampoco se comprueba
una relación directa entre
la
cantidad o la gravedad del abuso, con la comorbilidad, que frecuentemente suele preceder
o coincidir con el comienzo del abuso de alcohol.
Es frecuente
en el abuso del alcohol,
la comorbilidad con trastornos depresivos (depresión
mayor,
distimia), trastornos de ansiedad, más frecuentes
en mujeres (fobia
social, crisis de angustia,
etc.), trastornos de alimentación (bulimia, más frecuente
en mujeres) trastornos de conducta (más frecuente en varones) y de personalidad,
trastornos de hiperactividad con déficit de atención
y así mismo, trastornos psicóticos. Por supuesto,
ya se ha descrito anteriormente la relación íntima existente con abuso y dependencia de otras sustancias.
Existen algunos trastornos comórbidos, como el trastorno de déficit de atención con hiperactividad y
los
trastornos de conducta con agresividad, que pueden considerarse hasta cierto punto como predictores de
abuso de alcohol y de otras sustancias. La relación entre el trastorno de personalidad antisocial y el consumo de
alcohol y otras drogas
es bien
conocida aunque en el
momento actual se desconoce si
la asociación es causal, o si abuso y trastorno de personalidad proceden de un mismo trastorno subyacente.
Alcohol y suicidio en la adolescencia
El suicidio, que es considerado como una de las primeras
causas de muerte, en
la adolescencia y juventud (en los países desarrollados, la segunda causa:
0 a 0 por 00.000),
afecta particularmente al subgrupo de población juvenil que consume abusivamente
alcohol y otras drogas. No se conoce con exactitud
la frecuencia
con que el alcohol es determinante de conductas suicidas de distinto nivel,
desde las ideas y proyectos de
suicidio, a los suicidios consumados, pasando
por las tentativas y los gestos suicidas. Los datos de frecuencia de antecedentes de consumo abusivo
de alcohol en tentativas de suicidio y en suicidios consumados en jóvenes,
indican proporciones que llegan
del 0% al 0%. La existencia de comorbilidad psicopatológica (depresión, trastorno de personalidad,
psicosis), agrava el
riesgo. La utilización
del alcohol como tóxico para
producirse la muerte, oscila también alrededor del 0%.
El alcohol como facilitador e incluso medio tóxico
del suicidio es mucho más frecuente en hombres que en mujeres. Además de la utilización del alcohol como medio tóxico en jóvenes abusadores
o dependientes del alcohol, existe una proporción importante de personas que mezclan alcohol
con psicofármacos, sobre todo cuando existe una comorbilidad, por ejemplo con trastornos depresivos
o de ansiedad, y así mismo de adolescentes e incluso niños que mezclan alcohol
con anticomiciales, en algún caso de comorbilidad neurológica con síndromes convulsivos.
Alcohol y violencia
Las conductas con violencia
son frecuentes en los
adolescentes en contacto con el alcohol, sea en el uso episódico, sea en el uso
o el abuso habitual o con dependencia. La intoxicación alcohólica aguda, incluso en niveles bajos,
facilita el paso a la realización de conductas agresivas
y en general violentas. El uso habitual del alcohol
también las facilita, sea en relación con las ingestiones, o sea en los períodos
de abstención, y en los síndromes de abstinencia, cuando existe ya
la dependencia. Más frecuentemente en la mujer, el uso de
alcohol puede dar lugar a un mayor riesgo de victimización episódica o habitual
de conductas violentas y de agresiones sexuales
perpetradas por otras personas. Los jóvenes
consumidores de alcohol, se relacionan más frecuentemente en ambientes en los
que están sometidos a más situaciones y modelos de agresiones y violencia.
Existe un mayor riesgo para conductas
agresivas y violentas relacionadas con el alcohol, cuando existe
comorbilidad, sobre todo con trastornos de conducta y de personalidad. Factores de riesgo de conductas violentas relacionadas con alcohol, se dan en ambientes familiares también violentos, y con consumo
de alcohol o drogas parental, y así mismo en la incorporación
del joven a grupos o bandas con
actitudes y conductas agresivas y violentas, con distintas raíces ideológicas.
Con una relación menos directa,
pero colectivamente muy determinante, actúan modelos
de violencia existentes en la
sociedad, tanto reales, como ficticios
(TV, juegos, etc.) difundidos
por los medios, y que forman
un ingrediente muy importante de la vida del adolescente y del joven.
Alcohol y sexo
La relación entre el consumo
de alcohol en la adolescencia y el comportamiento sexual, es de importancia creciente, y puede tener implicaciones incluso graves para la vida adulta
del adolescente y el joven, y ello
se refiere tanto al uso episódico
del alcohol, como al
uso o abuso habitual
y al dependiente. La relación entre el alcohol y la conducta
sexual de riesgo, está
predeterminada por rasgos de personalidad como la impulsividad, la desinhibición y la búsqueda de novedades,
rasgos que caracterizan en general al adolescente
y en particular a algunos subgrupos de tipos de personalidad (trastornos de
conducta, personalidad antisocial).
Desde el punto de vista del desarrollo afectivo personal,
la adolescencia es un período esencialmente formativo, de aprendizaje, y las experiencias en esa
edad, tienen implicaciones para toda la vida. El uso y
el abuso del alcohol en la adolescencia y primera juventud,
puede traducirse en una sexualidad a
veces iniciada, aprendida
y mantenida bajo influencias tóxicas, lo que implica desde posibles fallos en la realización sexual, hasta la superficialidad
en los afectos inherentes a la relación sexual.
Todo ello, en definitiva, perturba el desarrollo de la integración de la psicosexualidad en la
personalidad adulta.
En la actualidad, está claramente establecida la asociación entre el uso del alcohol por el
adolescente y la iniciación precoz de sus relaciones
sexuales, así como
con
el desarrollo de conductas sexuales de riesgo, tanto
para el embarazo, como para
la adquisición
de enfermedades de transmisión
sexual,
entre ellas la infección
VIH. Hay que tener en cuenta que la adolescencia es la edad de mayor prevalencia
de enfermedades de transmisión sexual0. También existen datos de la importancia
de la transmisión sexual del virus
de la hepatitis B en adolescentes. La falta
de información tanto sobre los riesgos a que se exponen,
como sobre el papel
del alcohol y así mismo, sobre los
medios preventivos útiles, influye
decisivamente en la conducta adolescente.
Efectivamente, los adolescentes que abusan del alcohol, tienen actividad
sexual precoz, con parejas
múltiples, y sin protección de ningún tipo con frecuencia mucho mayor que los que no abusan del alcohol,
llegando a ser hasta seis veces más frecuente en la mujer y tres veces en el hombre. El riesgo que supone el
abuso de alcohol, se incrementa cuando se dan factores familiares
negativos y sobre todo cuando coexisten trastornos
de conducta y consumo de otras sustancias (frecuentemente cannabis o
estimulantes).
La relación sexual del
adolescente con múltiples compañeros, incluso desconocidos, es muy facilitada
por el abuso del alcohol
y es uno de los factores
de riesgo sanitario más valorada
en la actualidad, que se asocia y multiplica con mucha frecuencia con la no
adopción de medios protectores, como el preservativo.
Ya de
por sí
el adolescente
tiende a utilizar con poca frecuencia el preservativo, sea en las relaciones estables
(incluso inferior al 0%), sea en
las relaciones
múltiples (inferior al 0%)0. En Cataluña, Miret et al encuentran
que un % de los estudiantes
sexualmente activos, utilizan consistentemente
preservativos.
Alcohol y embarazo en adolescentes
Sea con iniciación precoz, en forma esporádica o habitual, las adolescentes desarrollan una vida sexual
activa, coincidiendo en ese período con gran frecuencia
el uso y el abuso de alcohol. Este hecho determina
la gran incidencia de embarazos en adolescentes,
en los cuales ha jugado un papel importante de alguna
forma el alcohol. En la perspectiva positiva, las
adolescentes que tienen mejor información sobre el alcohol y sus riesgos, quedan embarazadas
menos frecuentemente y si llega
a producirse la
gestación, controlan la ingestión
de alcohol a lo largo del mismo. También
en una perspectiva optimista, puede considerarse que en algunas gestantes
el estado de gestación pueda estimular una motivación positiva
para controlar el abuso de alcohol
u otras sustancias. Sin embargo, en términos generales, la incidencia de la gestación en el abuso de alcohol en una adolescente, suele constituir un nuevo escalón en el proceso de desadaptación de la misma, y
una probabilidad cierta de problemas en la descendencia a corto y a largo plazo.
El alcohol y la escuela
La influencia del alcohol en el área escolar, determina
frecuentemente faltas escolares y
rendimientos académicos menores. Son factores
negativos, que colaboran al
fracaso escolar, la familia monoparental, la falta de ocios e intereses constructivos,
así como los estilos de vida agresivos, con delicitividad y la existencia de trastornos psiquiátricos. La
existencia de factores
protectores, pueden evitar o disminuir el fracaso escolar
hasta cierto punto
por ejemplo cuando existe un ambiente familiar favorable o al menos existe un padre que se comporta responsablemente y ejerce control de la situación, y cuando se mantiene un nivel de relaciones y de hábitos saludables,
ejercicio, etcétera. suficiente.
La predicción de los problemas de alcohol
a partir de la adolescencia
Es difícil y arriesgado predecir
tanto los rasgos de
personalidad, como la conducta
y los trastornos psicopatológicos
a partir de
la niñez
y de la adolescencia. Muchos de los problemas y trastornos
de la adolescencia, son expresión
de situaciones críticas transitorias.
De hecho, es
frecuente la remisión
de los trastornos
tras la adolescencia, y muchos niños y jóvenes con problemas, se hacen después adultos sin ellos. En relación con el alcohol,
la
adolescencia es un período de riesgo aumentado,
pero este riesgo con frecuencia queda limitado al período adolescente. A veces, incluso diagnósticos de abuso
y aun de dependencia
hechos en
la adolescencia en base
a criterios fundamentalmente conductales,
no
se mantienen después. La capacidad autorresolutiva
del adolescente
y del joven
de su
propios problemas es un hecho conocido
de siempre,
que en
la actualidad está recibiendo una gran atención,
tratándose incluso de operativizar como proceso terapéutico.
Los factores que influyen negativa o positivamente
en el mantenimiento o desaparición de los problemas del adolescente, también son variables en las distintas edades. Por
otra parte, existen factores como
por ejemplo la hiperactividad con déficit de atención,
que no funcionan como predictores específicos dado su
amplio espectro de repercusiones en el adulto. Uno de los factores
que influyen en el cambio crítico de la adolescencia a la adultez,
es el género, comprobándose incluso una derivación de rasgos y trastornos de la adolescente a
otros de la
adultez en la
mujer, por ejemplo
de trastornos de conducta iniciales,
a trastornos depresivos
y de ansiedad posteriores.
De ahí el interés del análisis
de los factores predictores tanto positivos como negativos. Clásicamente, se consideran
factores negativos la familia problemática y los hogares rotos,
los
grupos de compañeros con conductas
desviantes y muy influyentemente, la disponibilidad
de alcohol
y otras drogas.
La existencia de
agresividad en la adolescencia por sí misma,
no
predice alcoholismo o delictividad en
adultez a menos que aparezca como parte de un síndrome de conducta grave.
Mientras existe una cierta coincidencia en admitir que la
continuidad más intensa entre los trastornos infantiles y del adulto,
existe entre los trastornos de conducta infantiles y los trastornos de la personalidad an-
tisocial, también se reconoce
que de hecho, hay pocos criterios ciertos para predecir
alcoholismo y trastorno antisocial. La capacidad intelectual (Cociente Intelectual),
es uno
de los predictores
comprobados, así como el número de hermanos. Estos autores concluyen que el estado mental en la adultez
joven no puede ser predicho con ninguna confianza a partir de las características de
la infancia.
La dificultad de predecir la adultez a partir de la niñez
y de la adolescencia, también para los problemas relacionados con el alcohol,
se agrava cuando
se tienen en cuenta los
problemas de comorbilidad, tan frecuentes, con trastornos psicopatológicos
carentes de especificidad y con evoluciones
frecuentemente complicadas y atípicas.
Sobre la prevención
Existen algunos puntos en los que se produce
un acuerdo general respecto su validez
para prevenir algunos de los problemas y conductas de riesgo relacionadas
con el alcohol en el joven.
– La necesidad
de información para jóvenes, familias y educadores, que tiendan a
aumentar los conocimientos sobre los riesgos y daños y a variar las actitudes
sobre el consumo.
– En íntima
relación con lo anterior, la acción
tendente a contrarrestar la aceptabilidad y el prestigio
social del alcohol en sus diferentes formas de consumo, individual, familiar
y social.
– Retraso de la iniciación
del uso del alcohol hacia los - años, para ambos géneros.
– Reducción mediante
actuaciones
educativas en los niños y adolescentes de la
incidencia de intoxicaciones agudas esporádicas.
– Reducción
a través de medidas educativas de los adolescentes, familias, y otros agentes sociales, de la
bebida habitual de alcohol por el adolescente.
– Promoción
de estilos de vida saludables, que integren
alimentación adecuada y actividades
físicas, escolares, laborales y de ocio positivas.
– Formación
familiar respecto
los factores positivos y negativos que existen
en la propia familia
y el papel de esta en los riesgos
relacionados con el alcohol
y en su prevención.
– Educación de los adolescentes y familiares
respecto la vida sexual, sus
riesgos y la forma de prevenirlos.
Las tendencias de uso actuales
en EE.UU. desaniman
que aumentar
la edad
legal de
consumo de alcohol funcione como preventivo de su uso y consecuencias.
Sobre el tratamiento de los problemas de
alcohol en el adolescente
Como en otras edades, las posibilidades de tratamiento
de los problemas del alcohol, también en el adolescente pasan por la necesidad
de que este tome conciencia de su problema e intervenga responsablemente en el mismo. La percepción de estar en situación de riesgo relacionada con el alcohol es la condición previa para un tratamiento precoz, antes de que
se imponga la percepción de haber tocado fondo.
El diagnóstico y la valoración de la situación
por la propia familia, e incluso por el profesional a veces no
es fácil en un adolescente, muchas veces por falta de colaboración de éste,
más o menos activa o pasiva, y más o menos consciente. En este
sentido, si en un adolescente se presentan problemas psicopatológicos,
emocionales, conductales o de rendimientos, hay que plantear como una posibilidad la existencia de relación con alcohol y contra drogas,
a veces incluso aunque otras causas parezcan obvias.
El diagnóstico y el tratamiento de la comorbilidad, con frecuencia es otro de los
aspectos esenciales del tratamiento, a veces
prioritario.
El reconocimiento de la
propia situación
por el
adolescente, está en íntima
relación con procesos de autoresolución de sus problemas. Se ha descrito un
proceso de reinvestimiento del «self», en el cual el adolescente encuentra rentable efectuar
cambios incluso esenciales en su estilo de vida, adquiriendo responsabilidades y compromisos, que hacen posible la resolución
de sus problemas de alcohol y la reorganización de sus metas personales y sociales. También se han descrito procesos de autoafirmación que ven facilitado su
desarrollo con la participación en grupos de autoayuda (AA, etc.) en la que colaboran como tutores
figuras adultas madurantes.
También en el
adolescente, el plan de
tratamiento, debe configurarse en
función del estadio o fase del problema de alcohol que exista en el momento. Como fases o estadios, es recomendable distinguir la fase de
uso esporádico, generalmente
de carácter
experimental o recreativo, la
fase de
uso habitual
o regular, la fase de abuso, con problemas
caracterizados, y la fase de uso dependiente.
En cada uno de ellos la planificación debe adecuar la utilización de los medios y recursos terapéuticos a la situación
clínica concreta.
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