HISTORIA NATURAL DEL ALCOHOLISMO
Gregorio Escalante
Kareen Lisbeth Escalante
INTRODUCCIÓN
El término alcoholismo en realidad constituye una
etiqueta bajo la cual puede ser agrupado un número muy variado de condiciones.
Por un lado, las distintas denominaciones (problemas de la bebida, alcoholismo,
mala bebida, abuso del alcohol, alcoholismo agudo, etc.) se usan como si todas
significaran lo mismo. Por el otro y como en el cuento del ciego que se
entretuvo en tocar diferentes partes de un elefante y elaboró distintas
descripciones de la misma bestia, los investigadores también suelen 'tocar'
distintas áreas del alcoholismo y producir variadísimas caracterizaciones del
mismo y de los problemas que con él se asocian. Todo depende del contexto
empleado para su abordaje.
Hasta ahora el alcoholismo ha sido visto como
enfermedad en singular. Y el trabajo de Jellinek (1960) ha influido
definitivamente en el mantenimiento de tal posición. Pero también ha sido
considerado en forma multidimensional, punto de vista que ha florecido
particularmente en el contexto clínico (Wanberg y Horn, 1983). La posición más
generalizada es que además de diferentes tipos de alcohólicos hay también
estilos distintos de alcoholismo y múltiples problemas derivados del mismo
(Lex, 1987). Entre otras cosas ello sugiere que deberá también existir un
amplio espectro de terapias apropiadas para cada individuo cuyos problemas
deben ser evi-dentemente distintos. No obstante todavía resulta muy común
hablar de ‘el alcoholismo' como enfermedad en singular.
Se admite, sin embargo, que la enfermedad, como otras
muchas, tiene variados antecedentes, pero siempre se termina reduciéndola a una
etiqueta particular con ciertas disfunciones y sín-tomas. Es entonces cuando
suele afirmarse que un alcohólico siempre será un alcohólico y que lo único
posible es la recuperación y no la cura. Exactamente lo mismo ocurre con el
herpes: todos tenemos la propensión a contraerlo pero nadie puede ser curado...
El mal uso del alcohol etílico (CH3CH2OH) y la
dependencia que de él se deriva afecta a un elevado porcentaje de la población
mundial. Los costos sociales que se originan debido a daños a la propiedad,
accidentes, pérdida de vidas, servicios médicos y pérdida de tiempo laboral son
realmente incalculables, sin contar el daño indirecto producido a familias y
comunidades. Muy a pesar de las terribles implicaciones sociopsicológicas que
el problema tiene, son pocas las personas que reciben ayuda y poquísimas las
instituciones que la prestan.
En un reporte del entonces senador Dan Quayle (1983)
sobre los efectos del alcohol en la productividad, se afirma que los costos del
abuso del alcohol y otras drogas resultan sencillamente devastadores, y que el
precio que paga la nación estadounidense en gastos médicos, tiempo y
productividad perdidos es de unos 70 billones de dólares anuales. Los empleados
con algún problema de alcohol u otras drogas se ausentan del trabajo 16 veces
más que el empleado promedio, sufren un promedio de accidentes 4 veces mayor,
usan 30% más los beneficios médicos y obtienen 5 veces más compensaciones
laborales. Según el mismo reporte, 40% de las muertes y 47% de las heridas
sufridas en la industria están asociadas al alcohol...
Desde 1985 a 1992, los costos económicos del alcohol
subieron 42% (unos 148 billones de dólares). Dos tercios de los costos se
relacionaron con bajas en la productividad debido a enfermedades relacionadas
con el alcohol (45.7%) o a muerte prematura (21,2%). El resto del costo debe
achacarse a gastos en tratamiento de desórdenes alcohólicos o debido a las
consecuencias médicas del consumo de alcohol (12.7%), costos relacionados con
accidentes automovilísticos (9.2%) y otros costos adicionales relacionados con
crímenes cometidos bajo influencia alcohólica (8.6%). Casi una cuarta parte de
todas las personas que son admitidas en hospitales generales tienen problemas
con el alcohol o son alcohólicos no diagnosticados que son tratados por las
consecuencias de su mala bebida (NIAAA, 1993, 1998).
Hasta ahora casi todas las medidas tomadas para
intentar vencer los nefastos efectos del alcohol sobre la población (reducir la
disponibilidad de las bebidas alcohólicas incrementando su precio, modificando
su carga impositiva, cambiando los horarios para su venta o elevando los
límites etarios para el consumo) no han tenido resultados satisfactorios.
Ningún estudio ha demostrado que la disminución en la disponibilidad de bebidas
alcohólicas se asocia a una disminución paralela en los niveles de consumo. A
pesar del fracaso en demostrar nexos entre precios altos y reducciones
significativas en consumo de bebidas alcohólicas y la secuela de problemas que
ello supone, varios países (Suecia, Polonia, Finlandia, Australia y otros de la
Comunidad Económica Europea) han recurrido a alguna forma de control de precios
como medio para intentar reducir el consumo (Nathan, 1983).
Una dificultad básica sigue siendo el logro de una
conceptualización adecuada del alcoholismo, sobre todo en lo relativo a decidir
en qué consiste el desorden y si en realidad existe tal desorden o no. La
literatura revela notables desacuerdos hasta cuando se trata de señalar sus
características esenciales. A nivel definicional el desacuerdo se mantiene,
pues unas veces se intenta definirlo en términos del daño psicológico y social
que produce y otras en términos de una incapacidad para controlar la ingestión.
Hay definiciones en términos de la dependencia que ocasiona y en función del
número y tipo de problemas que causa (Helzer, 1987). De todas maneras, una
buena definición de alcohólico pudiera ser la de un individuo que bebe continua
o intermitentemente, demostrando tal incapacidad para abstenerse que termina
provocándose daño físico y mental de consecuencias personales, económicas y
sociales graves.
Aunque no existe una definición perfecta del desorden,
la mayoría de las diagnosis requieren que los individuos hayan estado tomando
durante períodos de tiempo prolongados y sufrido pro-blemas vitales
significativos. Ello supone beber diariamente e incapacidad para abstenerse,
además de repetidos esfuerzos para controlar la ingestión. Este patrón se
repite por años antes de la diagnosis y generalmente se acompaña de un
funcionamiento social y ocupacional deficitario. Uno de los indicadores más
usados para estimar el verdadero impacto del alcoholismo sobre la población es
la tasa de mortalidad por cirrosis. Al indicador se atribuye validez porque (a)
la cirrosis es causa de muerte prevalente entre alcohólicos; (b) no hay duda de
que la cirrosis difícilmente tiene antecedentes distintos que sean más
relevantes que el alcoholismo y (c) mientras las cifras de mortalidad por cirrosis
debida a otras causas que no sean el alcohol han variado un poco, las de muerte
por cirrosis entre bebedores han permanecido estables en el tiempo*. A lo
anterior debe añadirse el hallazgo de una correlación altísima (r= 0.94) entre
con-sumo de alcohol y muerte por Cirrosis (de Lint, 1978) y el hecho de que
durante las dos guerras mundiales la disponibilidad de alcohol decreció
notablemente y también decrecieron las tasas de mortalidad por cirrosis (que
dramáticamente se elevaron cuando de nuevo el alcohol fue libremente
dispensado).
Es obvio que al alcoholismo es socialmente considerado
como inaceptable. Nadie admite con facilidad que su esposa o concubina es una
alcohólica y el alcohólico tampoco reconoce las consecuencias de su conducta de
manera realista, además de que suele ser muy sensible ante afirmaciones
relativas a los hábitos de bebida. Pero, por otra parte, pareciera que la mala
bebida (como se le llama en otros medios) es una conducta socialmente aceptada,
hasta el punto de que un asesinato en manos de un conductor ebrio resulta ser
una forma de homicidio legalmente au-torizada. Lo anterior parece reforzarse
por el hecho de que en muchos casos los médicos se abs-tienen de emitir
explícitas diagnosis de alcoholismo, debido a que así estarían impidiendo a sus
pacientes obtener de las compañías de seguro reembolsos por los estropicios
causados en estado de embriaguez
Tampoco hay la intención de corregir los patrones de
distribución y expendio de bebidas alcohólicas, a pesar de que el alcoholismo
es causa muy relevante de muerte a escala nacional. Mucho menos puede decirse
acerca de los controles que el Estado ejerce en la certificación de calidad de
las bebidas que se expenden al gran público. De este modo y sin intervención
aparente de ninguna agencia u organización, en los próximos años los costos
financieros y sociales del alcoholismo deberán seguir en ascenso y en ascenso
también su número de víctimas.
FACTORES DE RIESGO
Las variables asociadas con la ocurrencia de un
determinado desorden no implican necesariamente una relación causal sino que
más bien son las señales que ayudan a la identificación de los grupos expuestos
a la inminencia de desarrollarlo, al mismo tiempo que ayudan al establecimiento
de su etiología. En el caso del alcoholismo, además del sexo, el factor de
riesgo de mayor incidencia es la historia familiar. El alcoholismo va con la
familia... Es la conclusión que se ha obtenido a partir de trabajos con
familias, gemelos idénticos y fraternales y estudios de adopción. Además, la
frecuencia de alcoholismo entre los padres de individuos fármacodependientes y
alcohólicos es muy alta. Cerca de 43 % de los adultos norteamericanos (76
millones de personas) han sido expuestos al alcohol en su propia familia:
crecieron o se casaron con un alcohólico o bebedor problema, o tenían un
familiar alcohólico
Es obvio que los factores ambientales juegan un papel
importante. Pero no queda duda de que la tendencia, en gran parte, tiene raíces
genéticas (Goodwin, 1985). Parece razonable admitir, pues, una interacción
genes X ambiente en el desarrollo del alcoholismo. No es del todo sencillo
separar la influencia genética de la ambiental, pero pruebas muy claras se han
obtenido con hijos de padres alcohólicos tempranamente adoptados por padres no
alcohólicos. Los hallazgos para el caso de las hembras resultan bastante
confusos, pero en el caso de los varones la situación no es muy ambigua: los
hijos de padres alcohólicos desarrollan el desorden entre 3 y 4 veces más que
los hijos de padres no alcohólicos –independientemente de que sean criados por
padres adoptivos o no...
* Para estimar la frecuencia de alcoholismo sobre la
base de muertes producidas por cirrosis, Jellinek ideó la fórmula siguiente:
A=PxD/K, en la cual A= número total de alcohólicos con complicaciones físicas
en un determinado año; P= proporción de muertes por cirrosis atribuibles al
alcoholismo; D= número total de casos de cirrosis identificados en autopsia; y
K= una constante basada en la mortalidad de alcohólicos cirróticos (véase Helzer,
1987: 285).
El sexo es otro factor de riesgo. Se sabe que el
alcoholismo es un desorden básicamente masculino. Y aunque hay indicaciones de
que el consumo de bebidas alcohólicas entre mujeres está aumentando,
virtualmente en todas las culturas el alcoholismo subsiste como un problema de
hombres. Muy seguramente ello se debe, por una parte, a una tolerancia menor
del alcohol en las mujeres, y a las distintas restricciones de tipo social y
familiar que se oponen al consumo de alco-hol por parte del sexo femenino.
Según los datos del año 94, unos 9.8 millones de hombres y 3.9 millones de
mujeres eran bebedores problema en USA, con una alta prevalencia para ambos
sexos en el grupo etário de 1829 años (Alcohol Health & Research World,
Vol. 18, No. 3, 1994, pp. 243, 245).
Otro factor de riesgo de considerable importancia es
la edad. Típicamente el desorden se inicia temprano en la vida y los datos
revelan que en las mujeres es más tardío que en los hombres. La probabilidad de
desarrollar alcoholismo es de 61% antes de los 30 años y de 78% antes de los 40
(Helzer, 1987). Para 1992 más del 7% de la población de los Estados Unidos
mayor de 18 años (unos 13.8 millones de personas) tenían problemas con la
bebida, incluyendo 8.1 millones que ya eran alcohólicos. En cuanto a la clase social
también hay diferencias, aunque las mismas tienen más que ver con la expresión
del desorden que con la proporción de ocurrencia. Las consecuencias sociales
del alcoholismo suelen ser más aparentes en las clases bajas, pero los niveles
más elevados de consumo se manifiestan en las clases altas, además de que en
estas últimas es donde suelen observarse las consecuencias médicas más
negativas.
La mala bebida también parece ser el efecto de una
concepción equivocada del machismo, término que ha resultado siempre muy
distorsionado y que parece ofrecer demasiadas alternativas de significación. La
palabra designa la apropiada conducta masculina y su significación real encubre
autonomía personal, dignidad, vigor, honor, respeto, responsabilidad y fuerza.
Pero el concepto ha venido siendo popularizado con significaciones alternas que
destacan la masculini-dad, la potencia sexual y la rudeza, lo cual, entre otras
cosas, incluye también el derecho a intoxicarse con alcohol...
La presencia de ciertos desórdenes mentales también ha
sido considerada factor de riesgo. La evidencia sugiere asociación entre
depresión y alcoholismo, además de que se ha hallado una fuerte asociación
entre alcoholismo y problemas conductuales en la edad temprana (especialmente
problemas escolares en los niños, bajo rendimiento, problemas ocupacionales y
serio desajuste social y sexual) y entre alcoholismo y desórdenes en la
personalidad adulta (Robins, 1966). El Inventario Multifásico de la
Personalidad ha indicado que los bebedores como grupo obtienen puntuaciones
altas en la escalas de depresión y desviación psicopática (veánse Brems, 1991 y
especialmente Elwood, 1993).
Tales problemas pueden ser antecedentes del
alcoholismo o ser, también, su consecuencia. Pero al respecto parecen existir
ciertas diferencias sexuales: en una muestra sueca, 80% de las mujeres
alcohólicas habían tenido como antecedente algún desorden psiquiátrico,
mientras que lo mismo fue cierto en un 50% de los hombres. Se ha demostrado
también una asociación significativa entre alcoholismo y suicidio. En un
estudio de 134 suicidios exitosos, Robins (1981) halló que una cuarta parte de
los mismos tenían una diagnosis de alcoholismo.
SÍNDROME DE ALCOHOLISMO FETAL (SAF)
El SAF es la principal causa conocida de retardo
mental en el mundo occidental y se produce por la ingestión exagerada de
alcohol durante el embarazo*. La edad de la madre, las diferencias
* {NIAAA} {AHRW}, Vol. 16, No. 3, 1992, p. 238). National
Institute on Alcohol Abuse and AlcoholismAlcohol Health & Research World
socioeconómicas y étnicas, las influencias genéticas y
la severidad en el uso del alcohol en las mujeres embarazadas, son factores que
pueden definir la vulnerabilidad del niño frente al SAF.
Una vez que la madre gesta un niño con SAF, la probabilidad
de que los niños siguientes sufran del mismo síndrome es del 70%. La madre
embarazada que consume entre uno y dos tragos de alcohol por día tiene dos
veces más probabilidades que la madre no bebedora de tener un hijo con retardo
de crecimiento (Cook et al, 1990). Cada año, entre 4.000 y 12.000 bebés nacen
con las anormalidades físicas e intelectuales asociadas con el SAF. Las
estimaciones de prevalencia del síndrome varían entre 0.2 y 1.0 por cada 1000
nacimientos vivos. La incidencia promedio de recién nacidos expuestos a las
drogas en hospitales con procedimientos de detección rigurosa es cercana al
16%, mientras que en hospitales sin evaluaciones de esa clase la incidencia
apenas resulta ser del 3%**
En USA, en el primer survey nacionalmente representativo
sobre uso de drogas por mujeres embarazadas, un 20.4% (820.000) reportaron uso
de cigarrillos, 18.8% (757.000) reportaron uso de alcohol, y 5.5% (221.000)
reportaron el empleo de drogas ilícitas por lo menos una vez (el empleo de
marihuana fue reportado por 119.000 mujeres, cocaína por 45.000 y medicamentos
psicoterapéuticos sin prescripción médica por 61.000; el crack fue la versión
de cocaína más frecuentemente reportada). La prevalencia en el empleo de
alcohol durante el embarazo es más frecuente entre mujeres mayores de 35 años,
de casi todos los grupos étnicos y particularmente entre madres que no reciben
cuidado prenatal***.Las mujeres negras evidenciaron proporciones más altas en
el empleo de drogas ilícitas y cocaína que las mujeres blancas y mucho mayores
que las hispanas en el uso de cualquier droga ilícita y mariguana. Pero el
número estimado de mujeres blancas que usaron drogas ilícitas o mariguana fue
sustancialmente mayor que en los otros grupos étnicos. Las consecuencias del
SAF sobre el niño suelen ser sencillamente desastrosas. Se ha observado que
cuando las madres embarazadas abusan del alcohol sus hijos nacen con anormalidades
craneofaciales, daño cerebral, crecimiento físico reducido, además de que
aumenta la proporción de abortos y nacimientos muertos. Se sabe que la pobreza,
las deficiencias nutricionales, el consumo excesivo de cigarrillos y abuso de
las drogas pueden ser factores contribuyentes al daño fetal. Pero cada vez son
mayores las pruebas clínicas que señalan al alcohol como un poderoso teratógeno
(Madden, 1986).
La explicación del SAF es bastante sencilla: el
alcohol en la corriente sanguínea de la madre embarazada llega hasta el feto a
través de la placenta e interfiere con la recepción del oxígeno y la nutrición
que se requiere para el desarrollo celular normal del cerebro y otros órganos
del cuerpo. Entre los síntomas del FAS suelen distinguirse los siguientes:
deficiencias en el crecimiento (talla y peso menores a lo normal);
deformaciones esqueléticas (costillas o esternón deformes, columna curvada,
falta de dedos en las manos o los pies o dedos deformes, cabeza pequeña, etc);
anormalidades faciales (aberturas oculares pequeñas, párpados caídos, nariz
torcida, mandíbula pequeña, orejas torcidas, etc.); deformidades orgánicas
(corazón defectuoso, malformaciones genitales, defectos renales); deficiencias
del SNC (organización defectuosa de células nerviosas y tejido conectivo,
cerebro pequeño, problemas de aprendizaje, atención, memoria, audición y
lenguaje, además de coordinación motora deficitaria, hiperactividad en la niñez
e irritabilidad en la infancia).
Al parecer, beber grandes cantidades de alcohol en
cualquier momento del embarazo es más dañino para el feto que tomar pequeñas
cantidades frecuentemente. El feto puede ser más o menos vulnerable dependiendo
del estado de desarrollo en que se encuentre cuando se produzca la ingestión
alcohólica. Claro que aún no se ha determinado cuál es la cantidad de alcohol
que debe permitirse a la mujer embarazada, de modo que lo recomendable es no
ingerir bebidas alcohólicas durante el embarazo, y tampoco hacerlo cuando un
embarazo está siendo planeado.
QUÉ TIPO DE ALCOHÓLICO ES USTED?
Es obvio que muchos alcohólicos nunca terminan tirados
en la calle para morir de inanición ni se empeñan en mudarse a una cuadra repleta
de bares y cantinas de mala muerte. Tampoco todos los alcohólicos intentan
suicidarse o tienen que ser admitidos en los hospitales repetidas veces.
Algunos logran corregir su excesivo consumo y de alguna manera se las arreglan
para llevar una vida 'normal' evitando la desorganización social o la caída de
sus ingresos con éxito. Hay también quienes logran mantener una relación
afectiva eficiente y viven en un hogar sin discusiones, violencia física,
separaciones o divorcio. Probablemente usted tampoco tenga problemas laborales
serios y su ejecución en el trabajo sea más bien regular. A lo mejor nunca ha
recibido de su médico notificación alguna de trastornos gastrointestinales o
respiratorios o cirrosis o daño cerebral o trombocitopenia (cosa, según dicen,
debida al hiperesplenismo de la cirrosis). Quizá ningún psiquiatra (por efectos
de alguna malhadada distorsión paratáxica) le ha hecho una acusación de
psicópata o desviado.
A lo mejor usted es de los que se dedican a beber
solamente cerveza y anda por ahí con temblores de toda clase y sufriendo de
amnesia, pero piensa que eso no es alcoholismo porque la cerveza dizque
"es buena pa' los riñones". La verdad es que ciertas lesiones renales
agudas pueden ser el resultado del excesivo consumo de cerveza. Quizá usted es
de los que beben cualquier cosa que caiga en sus manos, incluyendo alcohol
destilado, y siempre atina a decir que eso que bebe es bueno para algo, como
promover la longevidad o alguna otra zarandaja semejante...
Sea cual fuere el caso, es bueno que Usted sepa que el
número de muertes por infarto es tres veces mayor entre sujetos dependientes
del alcohol que entre sujetos que beben alcohol ocasionalmente. Usted debe
saber que los bebedores abusivos presentan aumento en los estrógenos circulantes
y pueden desarrollar algunas características femeninas (ginecomastia, blasón
femenino, etc), y que altos valores de estrógeno contribuyen a la atrofia de
los testículos y llevan a la impotencia (Madden, 1986). De paso creo que Usted
debe enterarse de la existencia de tipologías para alcohólicos, a fin de que
(sin importar qué clase de excusa tenga hoy) usted pueda incluirse en una de
ellas.
Jellinek (1960), probablemente el primer
"etanólogo" bien organizado, propone cinco patrones básicos del beber
excesivo y utiliza letras griegas para identificarlos. Creemos que la tipología
propuesta deba ser ampliada, habida cuenta de que en los 30 años transcurridos
desde su planteamiento inicial se han producido dos alteraciones muy notables:
cada día es mayor el incremento del número de jóvenes que revelan tener
problemas con la bebida alrededor de los 20 años, y la proporción de mujeres
menores de 30 años que han pasado a formar parte de la población alcohólica ha
evidenciado un alza considerable. Jellinek propone la siguiente nomenclatura
clasificatoria de los bebedores:
alcohólico alfa: también llamada "bebida
indisciplinada", incluye a los individuos con dependencia psicológica del
alcohol.
alcohólico beta: supone el hábito de beber socialmente
en exceso pero sin que se observe dependencia psicológica o física.
alcohólico gamma: beber hasta la embriaguez durante
días, semanas o hasta meses, a veces hasta la intoxicación. La dependencia
física está presente y se manifiesta con los síntomas del síndrome de abstinencia.
alcohólico delta: volumen muy elevado de consumo de
alcohol durante el día con tolerancia funcional y neuroadaptación evidentes.
Hay dependencia física. El sujeto en realidad no puede dejar de beber ni
siquiera un día.
alcohólico epsilón (la otra denominación es
dipsomanía): fases infrecuentes de borracheras cortas intercaladas con largos
períodos de completa abstinencia (Madden,1986; Helzer,1987).
ALCOHOL, ANSIEDAD, SEXO, AGRESIVIDAD, ETC.
Durante mucho tiempo se ha sostenido la opinión de que
el alcohol alivia la ansiedad, la frustración y la tensión. Al mismo tiempo se
admite que al neutralizar las reacciones de ansiedad, el alcohol desinhibe las
conductas sexuales, normalmente inhibidas en otras circunstancias. La hipótesis
de reducción de la tensión también sostiene que los efectos del alcohol reducen
el temor sin afectar para nada las conductas de evitación (Wilson y Lawson,
1976). Y las asunciones de la hipótesis son dos, perfectamente inseparables:
(a) consumir alcohol reduce la tensión, y (b) al reducirse la tensión se motiva
el consumo.
La investigación con sujetos humanos, sin embargo, es
contradictoria. Algunos han indicado asociación entre beber continuamente y
autoreportes de incrementos en ansiedad y depresión. Otros afirman que consumir
alcohol reduce la tensión con incrementos subsecuentes en ansiedad, culpa y
hostilidad. En trabajos realizados con muestras predominantemente masculinas,
se han hallado también correlaciones negativas significativas entre los niveles
de alcohol en sangre y tensión muscular periférica, y correlaciones positivas
entre niveles de alcohol en sangre y autoreportes de ansiedad subjetiva
(Steffen, Nathan y Taylor, 1974).
En cuanto a los efectos del alcohol sobre la actividad
sexual, los pocos estudios empíricos realizados con mujeres sugieren fuertes
diferencias entre sexos. Por un lado se revela que bebedores varones que creían
haber consumido alcohol, evidenciaron mayor excitación sexual en respuesta a estímulos
eróticos que sus contrapartes masculinos quienes creían haber consumido una
bebida no alcohólica (Wilson y Lawson,1976). Un estudio posterior con idéntico
diseño experimental y con mujeres como sujetos no logró replicar el mismo
efecto y el consumo de alcohol resultó más bien en una disminución
significativa de la excitación sexual (Wilson y Lawson, 1978). Aparentemente,
el alcohol libera el instinto sexual al mismo tiempo que inhibe su conducción
en las vías neurales a cargo de las funciones sexuales. El alcohol también
inhibe la producción de testosterona indirectamente a través de la depresión
del hipotálamo. Una buena manera de entender el efecto del alcohol sobre la
función sexual ya fue propuesta por Shakespeare cuando, en boca de Macbeth, dice:
"Provoca el deseo, pero inhibe la realización".
La correlación entre alcohol y agresividad ha sido
documentada muchas veces. El consumo de alcohol correlaciona muy bien con toda
clase de conductas de expresión violenta: asaltos, violaciones, homicidios,
agresión en el seno de la familia, suicidios y crímenes de todo tipo. El
hallazgo más generalizado admite que el alcohol es un facilitador inmejorable
de las conductas agresivas. Y son dos los contextos teóricos que explican las
correlaciones, fundados en dos modelos fisiológicos distintos.
Un modelo asume que el alcohol posee efectos
'energizantes' que llevan al desencadenamiento de conductas violentas, además
de que produce sentimientos de poder y dominación e incrementa las fantasías
agresivas. El otro modelo conceptualiza al alcohol como un desinhibidor de las
conductas de aproximación, lo cual facilita las expresiones agresivas. De este
modo el incremento en la conducta agresiva de sujetos ebrios pareciera ser
atribuible al afecto reductor de la ansiedad asignable al alcohol.
RETRATO DE UN ALCOHÓLICO
La incapacidad del alcohólico para abstenerse lo
conduce a un estado tal de disfuncionalidad que, a pesar de producirle serios
efectos adversos en sus relaciones familiares y laborales, lo obligan a conservar
como primera prioridad la ingestión de alcohol siguiendo patrones rígidos y
abusivos. A veces el alcohólico deja de tomar. Pero al hacerlo de nuevo el
síndrome de dependencia se reinstala. En la mayoría de los casos los efectos
tóxicos del alcohol se complican porque la nutrición es deficiente. Y la
situación puede convertirse en algo mucho más grave cuando el alcohol se
acompaña de otras drogas.
En la fase inicial el individuo suele evidenciar una
mayor avidez por el alcohol y conforme va aumentando la tolerancia empieza a
mostrar ciertas tendencias pregoneras de sus hábitos futuros: bebe más
rápidamente, llega con botellas a las fiestas, abandona las fiestas en último
lugar, toma antes de iniciadas y después de terminadas las reuniones sociales y
cada vez gasta más dinero en alcohol, al mismo tiempo que ve aumentar el número
de sus complicaciones familiares y laborales. En las fases tempranas la
dependencia del alcohol suele ser reversible, cuando el hábito no difiere mucho
de las prácticas socialmente aceptables. Pero para lograr la remisión, la
abstinencia completa resulta indispensable...
A medida que avanza en su carrera, el alcohólico deja
de ser un 'bebedor social' y cada vez que quiere aliviar sus tensiones o
liberarse de emociones negativas acude al alcohol como salida única. Suele
ocurrir que toma más de lo debido y comienzan a producirse serias fracturas en
sus relaciones interpersonales. Hay sentimientos de culpa por las consecuencias
derivadas de su modo de beber y en muchos casos logra pasar una gran parte del
día bebiendo sin alcanzar la completa intoxicación.
En el ambiente laboral empiezan a surgir
inconvenientes y se hace común el ausentismo del lunes por la mañana por
efectos del 'ratón' de fin de semana. Comienzan a aparecer las falsas
notificaciones de enfermedad y todo un rimero de excusas con las cuales trata
de justificar su creciente incompetencia en el trabajo, las irregularidades
laborales y las caídas súbitas de su actividad. Como efecto directo del 'ratón'
el alcohólico suele manifestar depresión, generalmente de duración muy breve.
La mayor parte de las veces el alcohólico se queja ante el médico de estar
'deprimido', simplemente porque así logra ganancias secundarias al obtener
constancias que le permiten ausentarse del trabajo... muy seguramente para
seguir bebiendo. Y aunque en todo ello hay un alto grado de ocultamiento del
problema, generalmente éste se agrava con el retiro laboral prematuro, cuestión
que luego suele traducirse en un aumento del consumo.
Paralelamente las fricciones oriundas del trabajo
pasan al hogar (o a la inversa) y se inicia entonces una serie de continuas
dificultades intrafamiliares que una gran parte de las veces incluyen repetidas
amenazas de separación o de divorcio. El paso hasta la agresión física es muy
breve y casi siempre los hijos también reciben lo cuyo. En la literatura se
señala una alta frecuencia de mujeres que, en tales condiciones, se
desequilibran hasta el punto de requerir urgente atención psiquiátrica (Madden,
1986). Las esposas cuyos maridos son dependientes del alcohol evidencian
características conductuales de patrones muy variables, que en general son
reducibles a: ansiedad, inseguridad, ira, aislamiento social y rechazo a las
relaciones sexuales.
Cuando este es el caso, por lo general suele ocurrir
una transferencia del poder hogareño. Es cuando la mujer adopta un papel más
saliente en la toma de decisiones*.
En un hogar de alcohólicos suelen ser comunes las
dudas acerca de la fidelidad del compañero y estos sentimientos pueden ser
simples sospechas transitorias o firmes convicciones que persisten durante
largo tiempo. Es típico del alcohólico con impotencia sospechar que su cónyuge
tiene relaciones sexuales con otro. Es típico también que la esposa pierda
interés en tener relaciones sexuales con un marido permanentemente ebrio, y esa
falta de interés sexual suele ser atribuida a que la esposa busca y obtiene
satisfacción sexual fuera del matrimonio. Tales acusaciones de infidelidad
pueden llegar a extremos insultantes acompañados de violencia física y rematar
en el asesinato.
Además de correr el riesgo de convertirse en
alcohólicos, los hijos de padres con problemas de bebida resultan
particularmente expuestos al logro de niveles de desarrollo social y
psicológico deficientes. Suele observarse entre estos niños una frecuencia
mayor de conductas antisociales, trastornos psicosomáticos y síntomas
neuróticos, probablemente derivados de una serie compleja de factores generados
por la desorganización familiar. Varios estudios han demostrado que los hijos
de padres alcohólicos son más agresivos, tienen más problemas escolares y mayor
dificultad para establecer y mantener amistades. Y hasta se ha sugerido también
asociación entre hiperactividad infantil y alcoholismo parental (Mayer, 1983).
La dependencia del alcohol suele también estar signada
por intentos repetidos de dañarse a sí mismo y muchos de tales intentos
terminan en suicidio, obviando, por supuesto, el hecho de que el consumo
exagerado de grandes dosis de alcohol etílico ya es una forma lenta pero
efectiva de suicidio... La verdad es que para los bebedores excesivos resulta
muy difícil comprender su estado real de manera objetiva. El alcohólico miente
y se miente a sí mismo con una facilidad asombrosa, además de que mantiene trastornadas
sus funciones mentales, su juicio no es muy claro y su capacidad de autocrítica
es casi nula. Sería muy conveniente que junto a las categorías desempleado y
sin ocupación conocida se creara la otra de incapacitado por alcohólico. Tal
vez de este modo las instituciones públicas y privadas y el Estado en general
puedan sentir una preocupación mayor ante el problema.
LOS ABUSOS DEL ALCOHOL ¿A QUÉ CONDUCEN?
Admitimos que la gran mayoría de los alcohólicos
consagrados no terminan siendo criminales. Muchos no golpean a sus hijos ni
apalean a sus esposas. Y tampoco se dedican a sesiones de exhibicionismo
chocante en las esquinas. Una gran parte de ellos (hombres y mujeres) solamente
gastan preciosas proporciones de tiempo y de dinero dedicados al cotorreo
insustancial en lugares que van desde la taguara barata a la empalizada lujosa,
pasando por otros sitios supuestamente ‘chic’ de muy dudosa factura. Y hay
quienes asumen que lo mejor es emborracharse en casa, convenientemente
‘encapillados’. De todos modos, las cifras que suelen ofrecerse suelen ser
preocupantes y, si es cierto que las cifras “no mienten”, lo mejor será
tenerlas en cuenta.
A partir de los informes producidos por las víctimas**
cada año se producen en promedio unas 183.000 violaciones y otro tipo de
asaltos sexuales desencadenados por personas bajo influencia alcohólica, unos
197.000 robos, cerca de 661.000 asaltos con agravantes y casi 1.7 millones de
* En Madden (1986: 107)) se señalan cuatro tipos de
esposas de bebedores dependientes: Alba, la sufrida (que necesita que la
castiguen y selecciona un marido que pueda hacerla sufrir a través de la
bebida); Betty, la controladora (que selecciona un marido inepto para poder así
controlarlo y dominarlo); Catalina, la perdonadora (que posee una fuerte
necesidad de afecto y selecciona un marido débil que la ame intensamente y en
quien favorece la conducta alcohólica que le ayuda en su papel);y Dora, la
castigadora (que es agresiva y totalmente dedicada a su carrera).
** La mayor parte de la información que se ofrece se
refiere a los Estados Unidos. Las estadísticas locales son difíciles de hallar
y a veces ni existen asaltos simples. Hay una probabilidad muy alta de que el
alcohol sea un factor de violencia cuando el atacante y su víctima se conocen:
dos tercios de las víctimas que son atacadas por un íntimo suyo (el cónyuge
actual o el anterior, el novio o la novia) reportaron que el alcohol había
estado de por medio, mientras que los ataques a desconocidos con mediación
alcohólica ocurren en un 31% de los casos.
Setenta por ciento de los incidentes de violencia
relacionados con el alcohol ocurren en el hogar y con gran frecuencia comienzan
a las 11 de la noche. Veinte por ciento de tales incidentes suponen el empleo
de un arma distinta a las manos, los puños o los pies. En cuatro de cada diez
crímenes violentos el alcohol está de por medio, especialmente en crímenes de
orden público como manejar bajo intoxicación alcohólica, asaltos, ofensas con
armas de fuego y comercialización del vicio. Los prisioneros convictos de
asesinato reportan que en casi la mitad de los crímenes cometidos, el alcohol
fue un factor predominante.
El empleo prolongado de bebidas alcohólicas
generalmente resulta en una o más enfermedades muy serias que, a menudo,
amenazan la vida de los individuos. Entre tales enfermedades suelen destacarse
el cáncer, las enfermedades infecciosas, los desórdenes hepáticos, la
hipoglicemia, enfermedades del sistema nervioso, desórdenes mentales,
desórdenes endocrinos, desórdenes gastrointestinales, enfermedades
cardiovasculares, ansiedad, cansancio crónico, etc.
El empleo de alcohol aumenta el riesgo de accidentes
automovilísticos en todo tipo de conductores, pero entre los jóvenes los
riesgos aumentan aun cuando los niveles de alcohol en sangre sean bajos. De
1995 a 1996, en USA, las muertes por accidentes de tránsito relacionados con el
alcohol entre jóvenes de 20 años o menos, aumentaron un 3% (de 2.807 a 2.882).
En 1995 aproximadamente 1.4 millones de conductores fueron arrestados por manejar
bajo influencia alcohólica. En 1998, un 38% de los accidentes de tráfico
fatales se relacionaron con el alcohol, y en promedio, conducir bajo influencia
alcohólica mató un ser humano cada 31 minutos (National Highway Traffic Safety,
92-99 press release). En el año 95 unas 262.112 personas admitidas a programas
de tratamiento antialcohol u otras drogas eran menores de 24 años, incluyendo
18.194 menores de 15. Conviene también notar la relación que existe entre
rendimiento académico promedio y uso del alcohol: los estudiantes con un
rendimiento tipo D o F beben tres veces más alcohol que los estudiantes con
rendimiento tipo A (Presley y Meilman, 1992).
CUÁNTO ALCOHOL LLEVA EN SU SANGRE?
La estimación del nivel alcohólico en sangre (NAS)
puede realizarse con la ayuda de las tablas que se incluyen a continuación,
asumiendo que se trata de personas libres de drogas o medicamentos que pudieran
afectar los resultados y que no sean ni excesivamente flacas ni desusadamente
obesas.
La primera tabla simplemente nos indica en qué
consiste un trago.
1 trago es igual a: 1.25 onzas (ron, whisky, brandy,
ginebra, vodka, aguardiente, anís, etc.) o 1 botella de cerveza de 12 onzas,
3.5 onzas de vino fortificado,
5.5 onzas de vino de mesa
Usando la tabla para hembras o varones, sabiendo el
peso corporal (en libras) y el número de tragos consumidos, se obtendrá una
cifra. De esta cifra debe restarse el factor TIEMPO (obtenido de la tabla
correspondiente). El resultado será el NAS. Por ejemplo: para una mujer que
pesa 125 libras y que ha bebido 4 tragos (en dos doras), la cifra es .162 (de
la tabla de hembras). La tabla del factor tiempo nos da un valor de .030 para
las dos horas transcurridas desde el primer trago. Este valor lo restamos de
.162 y obtenemos un NAS aproximado de .132%.
Los efectos sobre el individuo van a depender de los
niveles de concentración de alcohol en sangre (CAS), mediados por la cantidad
que se bebe cada vez, la experiencia del bebedor, el lugar donde se bebe, la
estabilidad psicológica y emocional, presencia de otras personas o el uso
concurrente de otras drogas. Muchas muertes accidentales ocurren debido a que
la gente usa el alcohol combinado con otras drogas (marihuana, tranquilizantes
y barbitúricos).