«Son
muchas las anécdotas que yo podría contar sobre la relación entre el alcohol y
mi adolescencia, esa bella época en la que se viven con intensidad momentos
inolvidables».
Siempre tuve muchos amigos y a la mayoría de ellos
les gustaba el licor. Solíamos salir como aventureros sin destino en la
búsqueda de planes para divertirnos; a cualquier barrio, a dondequiera que se
nos antojase, sin importar las distancias o los riesgos. Lo único que
necesitábamos era dinero para poder comprar el licor; algunos estaban dispuestos a conseguirlo
de cualquier manera. —Así los principios y los valores pasan a un segundo
plano, porque primero está la necesidad de saciar los deseos—.
Es por eso que tú puedes conocer casos de
adolescentes y jóvenes capaces de hacer lo que sea en busca de dinero para
satisfacer sus vicios. Muchos roban en sus propias casas, sustraen libros,
porcelanas, electrodomésticos, etcétera. Otros desarrollan un gran potencial
para robar en diferentes modalidades, inclusive utilizando la violencia; poco a
poco van transformando sus vidas y convirtiéndose en delincuentes. Algunos
otros se acostumbran a pedir dinero, se convierten en limosneros sinvergüenzas.
Pero lo más lamentable es que unos cuantos se involucran en la prostitución y
en el homosexualismo con fines económicos para poder disfrutar de ambientes de
farra y desafuero.
El caso es que de una u otra manera el licor
siempre está ligado a los caminos más oscuros de la vida. El quebrantamiento
moral y la pérdida de valores conducen a un cambio radical de los paradigmas
familiares. Las acciones y las metas positivas se tornan aburridas y sin
sentido, por el contrario, los caminos de la
diversión se hacen más llamativos.
Yo conocí a varias personas que se prostituyeron;
otras se convirtieron en delincuentes. Muchos otros tomaron vías improductivas
de pereza y abandono personal para convertirse en perdedores —todo, gracias al
licor—.
Pocas personas, después de experimentar todos esos
malos momentos, lograron reaccionar y retomar el control de sus vidas para
buscar sosiego y tranquilidad, y, en algunos casos, alcanzar el éxito. «El
proceso de degradación humana debido al consumo de licor, ya sea moderado o
continuo, se manifiesta claramente en la anulación parcial o total de la voluntad
y en la reducción de la autoestima, lo cual favorece la proliferación de conductas
erróneas y perjudiciales».
Cuando habitas en los terrenos del alcohol es
imposible que no se te presente la oportunidad de conocer y consumir algunas
drogas. Inicialmente, como lo más simple, podrás acercarte a la marihuana, luego,
es posible que te atrevas a probar otros venenos: bazuco, cocaína, heroína, barbitúricos,
anfetaminas, etcétera.
Día a día podrás adentrarte en ese sórdido mundo y,
al igual que en el del alcohol, te posicionarás en él. Estoy seguro de que, si
no se diera el primer paso hacia la degradación personal con la ingesta de licor,
las posibilidades de abordar otros vectores del mal (drogas, prostitución,
delincuencia, etcétera) serían muy escasas o nulas.
Sin embargo, pienso que el concepto general y
universal es de rechazo total al consumo de las drogas. «En este caso sí
hacemos un mejor esfuerzo para evitar que nuestros hijos se conviertan en
drogadictos. ¿Verdad?» Dime entonces:
¿Por
qué no hacemos el mismo esfuerzo en contra del licor?
¿Crees
en lo que te digo sobre la relación entre el consumo de alcohol y de drogas?
¿Has
investigado acerca de esta realidad?
Cuando un individuo aparentemente normal
comete un acto de barbarie, cuando sus comportamientos parecen sobrepasar todos
los parámetros y demuestra falta de control, le atribuimos la culpa al consumo
de drogas. Es lo primero que pensamos como causa de conductas negativas. Es un
concepto válido, pero infortunadamente nos negamos a pensar en otros motivos y vacilamos
para reconocer que la culpa pudiera ser del alcohol; si lo hacemos, entonces
intentamos encontrar todas las justificaciones posibles. Cínicamente,
rechazamos la verdad de que una persona ebria pueda convertirse en criminal o
degenerado, y preferimos ver al borracho como a un ser estúpido con bajo
potencial de peligro.
Puedo afirmarte que estamos muy equivocados. El
alcohol actúa de la misma manera que las drogas, trastornando la psiquis y la
personalidad. El estado de ebriedad altera todos nuestros sistemas biológicos; nada
en nuestro cuerpo funciona normalmente, pero lo peor es que se activan
pensamientos insanos ajenos a nuestro dominio.
Varios de mis amigos ebrios mataron a otros; muchos
se volvieron ladrones; otros tantos se degeneraron sexualmente, abandonaron sus
hogares, enfrentaron y agredieron a sus padres. Algunas chicas perdieron su
virginidad sin saber cómo ni con quién.
Recuerdo un lugar que frecuentábamos en Itagüí,
municipio antioqueño anexo a Medellín, en el que todos los jueves se organizaba
una alucinante fiesta de rock. Había alcohol, drogas y buena música,
pero en realidad lo que más nos atraía eran las nenas; la cosecha de
mujeres embriagadas y drogadas era abundante. Prácticamente en cada ocasión
podíamos disfrutar de los placeres del sexo con una desconocida. Mujeres
fáciles de abordar gracias al estado en el que se encontraban. Todo era
alegría, placer y desenfreno.
Me
pregunto:
¿Sabes
qué está haciendo, en dónde y con quién está tu hija?
¿Sabes
con certeza cómo se divierte?
¿Crees
que su comportamiento será normal y equilibrado cuando esté ebria?
«¡No
es sano hacerse el desentendido! Los ambientes de jolgorio y deslumbrantes
reuniones sociales, mezclados con alcohol y drogas, favorecen desinhibidos
comportamientos».
Por aquellos días yo era un hombre muy tímido (en
mi sano juicio), no tenía un buen aspecto físico como para gustar a las chicas,
no tenía experiencia ni talento para conquistarlas; me comportaba normalmente
como un idiota. Pero gracias al alcohol transformaba mi personalidad y entonces
me convertía en el más osado conquistador de hembras, todo un casanova. Y así,
todos y cada uno de los hombres y mujeres, nos desinhibíamos para buscar
placeres carnales y psicológicos. Esos mismos de los que nos privábamos
normalmente por el miedo y la timidez.
Para colmo de males, también incurríamos en necias
y reprochables conductas, no pagábamos las cuentas por lo que consumíamos en
los establecimientos, iniciábamos peleas, ocasionábamos daños materiales en
bienes ajenos, etcétera. ¡¡¡Qué vergüenza!!!
Es así como vas edificando tu vida de manera
equivocada. Las aventuras, los logros de tus desviados planes, las dificultades
superadas, se afianzan convirtiéndose en una mole y en una carga
desequilibrante que te arrastra hacia el fracaso.
¿Has
notado los cambios en la personalidad de los individuos cuando ingieren licor?
¿Te
ha sucedido?
¿Conoces
a alguien que no cambie su comportamiento cuando se embriaga?
Es muy complicado y yo lo viví. Haber compartido
mis primeras experiencias sexuales bajo los efectos del alcohol y con personas
(mujeres en mi caso) en las mismas condiciones, son eventos difíciles de
olvidar.
El sexo es un factor de mucha importancia en la
vida, influye en el desarrollo psicológico; nutre la personalidad y el
espíritu. Las primeras experiencias sexuales te marcarán, siempre recordarás lo
positivo y lo negativo de ellas.
Si comparásemos dos situaciones: disfrutar de una
relación sexual en uso cabal de todas tus facultades y con tus sentidos a
plenitud, sobrio, potencialmente pasional y sentimental; o hacerlo bajo el
efecto del alcohol, experimentando algunos cambios físicos y psicológicos, en
circunstancias generalmente riesgosas (de seguridad, salud, conflictos
sociales, etcétera), ¿cuál situación crees que sería la mejor?, ¿cuál de ellas
recordarías con más agrado?, ¿disfrutarías más de una relación sexual con o sin
alcohol?
Lo malo en la vida no es perderte de algunas
oportunidades y cosas, al fin y al cabo, muchas de ellas se pueden disfrutar en
otros momentos y en mejores circunstancias; lo negativo es el impacto
psicológico cuando no se actúa con sensatez y recato.
Me refiero a cómo se afecta la capacidad de
socializar sanamente con el sexo opuesto si se comienza haciéndolo mal. Un
joven que se acostumbra a construir y a mantener sus vínculos interpersonales,
asociando siempre el consumo de licor a sus relaciones sexuales y
sentimentales, pierde potencialmente la capacidad para hacerlo de otra manera.
Su grado de timidez y de inseguridad aumentan en vez de fortalecerse por las
experiencias vividas.
Cada vez se le hace más difícil enfrentar momentos
cruciales sin ayuda del alcohol. Incluso, me atrevería a pensar que esta puede
ser una de las causas por las cuales se presentan tantos casos de frustración
por disfunción en personas jóvenes. Hombres que gozan de plena salud física,
pero que en algunos momentos se bloquean para llevar a cabo con éxito sus
relaciones en la compañía de mujeres sanas y en ambientes cálidos y tranquilos.
Que solo están dispuestos a desarrollar toda su capacidad en aquellos
territorios en los que se sienten seguros y respaldados de su gran amigo, el
licor. Por otra parte, no podemos
desconocer la diferencia entre una relación sexual llena de morbo, desenfreno y
alcohol (que realmente es muy buena), comparada con una relación llena de
pasión, deseo, complicidad, cariño, respeto, compromiso y otros muchos factores
que tal vez sí se hacen presentes cuando no se consume licor.
Yo por lo menos soy consciente de que perdí la
oportunidad de conocer y disfrutar hermosos y delicados manjares que me
ofreció la vida, por andar saboreando condimentados y fuertes platillos que
siempre estaban a mi alcance, acompañados de deliciosas y amargas bebidas en
esa deslumbrante fiesta creada por mis hábitos.
«Supongo
que a muchas personas les ha ocurrido algo similar, y que ellas reconocen esta
verdad; algunas otras se niegan a aceptarla».
Los seres humanos abordamos caminos que aparentemente
son más fáciles en procura de colmar nuestras necesidades. Mientras un joven
necesita tiempo, compromiso, valor y dedicación para conquistar y acercarse a
alguien que le gusta, además, arriesgarse sentimentalmente y darse a conocer
para llegar a la intimidad sexual; existe otra forma más rápida y asequible,
promovida y patrocinada por el alcohol en ambientes de libertinaje y ausencia
de parámetros en donde todo es más fácil.
«Solo tienes que unirte y manifestar que lo
disfrutas. Al final, se convertirá en una costumbre para ti». La misma sociedad
nos motiva a esto. Recuerdo algunas de las películas de Hollywood en las que
nos muestran, de forma ridícula, cómo algunos jóvenes vírgenes en la escuela
secundaria, desesperados por tener su primera relación sexual, esperan como
única oportunidad la fiesta de graduación. Ellos deberán embriagarse hasta
perder el sentido e incluso consumir drogas para poder desinhibirse y así
consumar sus deseos. De otra forma, no tendrían el valor suficiente para acercarse
al sexo opuesto.
En otro escenario, se nos muestra a mujeres divinas
con cuerpos de diosas, y a hombres atléticos representando idílicos cortejos en
los que comparten algunas copas en ambientes románticos, para posteriormente
iniciar las más deliciosas faenas sexuales. Todo bañado en champán frío, que no
alcanza para menguar el calor y la pasión que producen en sus espectadores.
El mensaje que se nos transmite a través de
diferentes medios hace casi imprescindible el consumo del alcohol para hacer
realidad las relaciones íntimas. «El licor es el mejor aliado para conquistar,
seducir a tu pareja y llevarla a la cama». —¡Claro que están en lo cierto! Por
lo menos con respecto a los resultados, mas no, en cuanto a que esta sea la
mejor y más sana manera de hacerlo—.
Si tu objetivo sexual es una hermosa mujer que
trabaja en una oficina y a la cual nunca has hablado, o alguna chica atlética
que practica deporte en el parque, o una linda señorita que encuentras en un
bus, y, a cualquiera de ellas le insinúas de manera espontánea tus deseos
sexuales, casi todas tus probabilidades serán de fracaso absoluto. Además,
podrás encontrarte con una respuesta agresiva.
En cambio, si con esa misma actitud de donjuán
te diriges al lugar adecuado (bar, taberna, discoteca, fiesta, etcétera) en
busca de mujeres y diversión, allí sí tendrás más posibilidades de lograr tus
objetivos. Puedes aventurarte a insinuar tus deseos a muchas chicas —teniendo
en cuenta algunos protocolos elementales— y tus posibilidades serán las mejores
gracias a la confianza y a la actitud favorable que se genera en el entorno por
el consumo del licor. Este predispone a las personas en ambientes llenos de
alegría, libertinaje y fantasía, llevándolos incluso en muchos casos a
quebrantar sus principios y valores, y aminorando su voluntad y autoestima.
No quiero decir que toda aquella persona que toma
unas copas actuará irresponsablemente o se convertirá en alguien sin pudor ni
conciencia; pero nadie puede negarme que los procesos de desinhibición,
descontrol y pérdida de voluntad que se desarrollan en las personas a causa del
alcohol, pueden conducirlas a actuar de forma diferente a como lo hacen en su
vida normal y en condiciones de sobriedad.
Cuando alcanzamos ciertos estados psicológicos,
gracias al consumo de licor, parece que se abrieran las puertas del corazón y
del alma, dejando salir sentimientos y deseos represados, quedando a merced de
ellos y perdiendo parcial o totalmente el control de nuestro ser, exponiéndonos
a consecuencias negativas.
A muchas mujeres les sucede que se emborrachan y se
transforman en divas deseosas de placer, sobrepasando sus límites de pudor. En
el caso de los hombres, muchos pueden transformarse en espectaculares gigolós,
aparentemente capaces de satisfacer las más exigentes y extravagantes fantasías
femeninas, olvidándose de todos sus complejos y limitaciones.
¿Has
escuchado que algunas bebidas alcohólicas son afrodisiacas?
¿Crees
que tu pareja sexual es más poderosa y ardiente cuando ingiere licor?
Pero no es solo esta la única situación en la que
el licor cambia la forma de pensar y de proceder, el estado de libertad y de
autonomía que se generan para la toma de decisiones es notorio. Por ejemplo,
cuando las personas se sienten incapaces ante los problemas cotidianos con la pareja,
con sus padres, con sus hermanos u otros familiares, con los vecinos, etcétera,
el alcohol interviene como factor de fortaleza para estos seres débiles e
inseguros ayudándolos a decidir y a actuar en los momentos de tensión. Los
convierte en individuos llenos de valor y osadía, aventurándolos en campañas
riesgosas y trascendentales en las que adoptan raras actitudes y toman
determinaciones que tal vez afecten el equilibrio de sus vidas.
Así se desencadenan —gracias al licor— acciones de
violencia, divorcios, abandono del hogar, deserción laboral y estudiantil,
rompimiento de relaciones fraternas y personales, crímenes, cambio de hábitos
de vida, etcétera.