viernes, 29 de julio de 2011

PERSONALIDAD Y ALCOHOL


TRASTORNOS DE ANSIEDAD INDUCIDOS POR ALCOHOL
Entre ellos se encuentran los trastornos por ansiedad generalizada, los trastornos por angustia, los obsesivo-compulsivos y los fóbicos. En estos trastornos la ansiedad, descrita como la anticipación aprensiva de un daño o desgracia futuros, acompañada de un sentimiento de disforia o de síntomas somáticos de tensión, es lo que predomina.
En el caso de que el trastorno sea con ansiedad generalizada el paciente presentará una preocupación excesiva sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades, le será difícil controlar su estado de constante preocupación y presentará al menos tres de los siguientes síntomas: inquietud, fatigabilidad, dificultad de concentración, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del sueño.
Estos trastornos le provocarán malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de su vida. Si el trastorno se presenta con crisis de angustia el paciente presentará de forma temporal y aislada una marcada sensación de miedo o malestar y algunos de los siguientes síntomas físicos: palpitaciones o taquicardia, sudoración, temblores, sensación de ahogo, atragantamiento, opresión torácica, nauseas, mareo, desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar como separado de uno mismo), miedo a perder el control, a morir, hormigueos y escalofríos o sofocaciones.
Si el trastorno por ansiedad se presenta con síntomas obsesivo-compulsivos, el cuadro se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones, entendiendo como obsesiones la presencia de pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que son intrusas e inapropiadas, y causan ansiedad o malestar significativo, que no se reducen a simples preocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real, sino que son producidas por su propia mente a pesar de su esfuerzo por ignorarlas o neutralizarlas. Se entiende por compulsiones los actos mentales o los comportamientos de carácter repetitivo que intentan prevenir o reducir el malestar de las obsesiones.
Cuando el trastorno cursa con síntomas fóbicos, estos pueden ser por fobia específica o por fobia social. En este segundo caso, más frecuente, el paciente presentará un temor acusado y persistente por una o más situaciones o actuaciones en público que le lleva de forma casi invariable a una respuesta inmediata de ansiedad, que el individuo reconoce que es excesiva o irracional e interfiere acusadamente con la rutina normal del individuo.

VIOLENCIA Y SUICIDIO
Tal y como se dijo al final de la descripción de los cuadros depresivos, y con una marcada relación con la salud mental, existe un binomio que es el de alcoholismo y violencia. El alcohol tiene una influencia directa sobre el sistema nervioso central y afecta seriamente a las funciones cognitivas superiores del cortex prefrontal, lo cual altera la capacidad de autocontrol. Se ha observado en una serie de estudios una relación dosis-respuesta entre la gravedad de las lesiones producidas por la violencia y el consumo de alcohol. También se establecen relación entre la ira descontrolada y los trastornos depresivos mayores.
La violencia puede presentarse de diversas formas. Una de ellas es la heteroagresividad y por supuesto la conducta suicida. Se estima que el riesgo de suicidio en los alcohólicos es entre 60 y 120 veces superior al de la población general y se ha establecido una jerarquía de riesgo para el suicidio que es, por orden de importancia: tener más de 44 años; dependencia del alcohol; ser irritable, colérico o violento; una conducta suicida previa; ser varón; reacio a aceptar ayuda; mayor duración de lo usual de la sintomatología depresiva y otras causas que tienen menor relevancia.
Además el alcohol agrava cualquier trastorno mental previo que la persona pueda padecer y hace que tanto el trastorno, como el abuso de alcohol, tengan una peor evolución que si se diera solamente uno de los trastornos.
TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
Otros trastornos de gran importancia en salud mental y con marcada prevalencia entre los pacientes con problemas relacionados con el consumo de alcohol son los trastornos de la personalidad.
La personalidad se concibe actualmente como un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas que son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar y se expresan automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo. Estos rasgos intrínsecos y generales surgen de una complicada matriz de determinantes biológicos y de aprendizaje y en última instancia comprenden el patrón idiosincrásico de percibir, sentir, afrontar y comportarse de un individuo. Sólo cuando los rasgos de personalidad son inflexibles y desadaptativos y causan un deterioro funcional significativo o bien malestar subjetivo, constituyen un trastorno de la personalidad.
La relación entre el consumo de alcohol y la personalidad se ha basado, de forma tradicional, en la búsqueda de una personalidad adictiva. En la actualidad la investigación psicopatológica ha abandonado esa línea de investigación para centrarse en la relación entre los diagnósticos de personalidad específicos y el consumo de sustancias en general.
Los datos encontrados muestran claramente la existencia de una relación entre algunos trastornos de la personalidad y el alcohol, siendo los más asociados el trastorno antisocial de la personalidad y el trastorno límite de la personalidad. Con respecto al primero de ellos destaca su incapacidad de aprender de la experiencia y su dificultad de control sobre los impulsos. La asociación de este trastorno de la personalidad y del alcoholismo tiene pero pronóstico que uno sólo de estos diagnósticos.
En lo que respecta al trastorno límite de la personalidad, cuando se da junto al alcoholismo aumenta el riesgo de conductas autodestructivas y los trastornos del humor.

PERSONALIDAD DEL ALCOHÓLICO
Lic. Yusi Cervantes Leyzaola
No sabemos con certeza el porqué del alcoholismo. Lo que sí sabemos es que es una enfermedad física, mental, espiritual, emocional, familiar y social. Sabemos también que es progresiva y mortal y que no tiene cura: solo se puede controlar. El enfermo alcohólico que deja de beber y que sigue un programa de crecimiento personal como el de Alcohólicos Anónimos, puede tener una vida sana, productiva y feliz, pero seguirá siendo alcohólico toda su vida.
Se han investigado, por supuesto, los antecedentes familiares. Se ha encontrado que el alcohólico puede tener o no una familia de origen disfuncional -evidentemente esta última agrava el problema-. Por supuesto, los maltratos, la soledad, la falta de protección, la falta de valores, el medio ambiente hostil, la influencia de supuestos amigos que consumen drogas y alcohol y factores personales como una pobre autoestima son factores que precipitan el problema y favorecen que el alcoholismo se desarrolle con más rapidez. Algunos investigadores consideran que hay un factor congénito relacionado con la insuficiencia de ciertas sustancias en el cerebro, lo que explicaría ciertos rasgos de la personalidad que se presentan en el alcohólico aún antes de comenzar su carrera de embriaguez y que permanecen una vez que deja de consumir alcohol, a menos que entre en un proceso que lo lleve a mejores estados de conciencia y madurez. Los alcohólicos que se han recuperado plenamente (es decir, no sólo físicamente) saben, con toda seguridad, que no es suficiente con dejar de beber, independientemente de si esta personalidad tiene su origen en un factor congénito, conocerla nos puede permitir prevenir el problema, por un lado, y lograr una mejor recuperación, por el otro.

En cuanto a la prevención, cuando los padres o educadores, o la persona misma detectan estas características de personalidad, vale la pena buscar un modo de superar estos problemas, desarrollando en la persona la autoestima, la capacidad de comunicarse, la capacidad de amar y de recibir amor, entre otras cosas. Estas características no son exclusivas del alcoholismo y deberán enfrentarse siempre que se les encuentre. Muy especialmente cuando el alcoholismo ya se ha manifestado y se busca que la persona se recupere. Se trata de que se integre interiormente y que se integre a la familia y a la sociedad.

Algunas de las características de personalidad del alcohólico son las siguientes:
-Inmadurez e inaccesibilidad emocional.
-Dependencia emocional.
-Necesidad de llamar la atención.
-Incapacidad para amar, para dar y recibir. Sin embargo puede hablar muy bien del amor, como sucede en el caso de poetas, escritores y compositores alcohólicos.
-Problemas sexuales tales como homosexualidad latente, promiscuidad o inseguridad sexual.
-Soledad existencial. Se siente solo, escéptico, diferente, ajeno a todo. Compensa esta situación rodeándose de personas que le den por su lado y lo admiran, con frecuencia de menor edad o de una condición social inferior, entre las que el alcohólico destaca.
-Impulsividad. Actúa por impulsos cortos. No es constante, no persevera casi en nada. En compensación, puede ser compulsivamente disciplinado en una o dos disciplinas.
-Vive en un mundo de fantasía, sueña con frecuencia, lo que lo lleva a mentir.
-El alcohólico tiene un miedo vago a todo y a nada: una angustia existencial. Como consecuencia y compensación a sus miedos. Puede desarrollar una conducta agresiva.
-Incapacidad para integrarse. Como el alcohólico está desintegrado interiormente, no se acepta a sí mismo y se evade, tampoco puede integrarse a un grupo (a menos que sea para tomar). Pero muchos de ellos desarrollan una habilidad especial para manipular, controlar y dirigir a los demás. Puede dirigir grupos pequeños o grandes masas.
-Es muy sensible emocionalmente. Todo lo conmueve. Los demás consideran a veces que los alcohólicos son fuertes, pero en realidad son frágiles y endebles. Sin embargo, el consumo del alcohol los lleva a una anestesia emocional.
-Incapacidad de tolerancia a la frustración. Es introvertido, tímido, inseguro. Ante un fracaso genera resentimiento hacia los demás y autocompasión. Se siente a la vez culpable y víctima, y en suma, desdichado.
-Incapacidad de tolerancia al sufrimiento. No se enfrenta a él: se fuga.

EN ETAPA ACTIVA
El alcohólico en etapa activa también presenta estos rasgos:

-Marcados cambios en su forma habitual de comportarse cuando entra en contacto con el alcohol. Puede mostrarse notablemente desinhibido. Si suele ser frío, seco, puede volverse afectuoso; si es tranquilo, puede comportarse agresivamente; si es introvertido actúa en forma sociable…
-Constante negación de su enfermedad. Es habitual la frase: "Yo no soy alcohólico".
-El enfermo es cada vez más esclavo del alcohol.
-Hay frecuentes períodos de depresión y desesperanza. Esta se acentúa en la etapa de desintoxicación. Tiene conductas autodestructivas -además del consumo de alcohol- y un constante auto rechazo. Tiene pensamientos fatalistas, como el de considerar "¿Qué importa ya?".
-Sentimientos de culpa e impotencia ante los constantes fracasos por controlar su enfermedad y su vida, y también por el daño que causa a los suyos.
-Sentimientos falsos, exagerados y/o distorsionados, lo que lleva a cometer actos que sobrio no cometería como agresiones, encuentros sexuales, etc.
-Tiene bajo contacto con la realidad. A medida que avanza la enfermedad aumentan los rasgos esquizoides -preocupaciones paranoicas (cree que alguien quiere hacerle daño), alejamiento de los demás, fantasías de omnipotencia-.
-Tiene un yo débil y paulatinamente va perdiendo el contacto con ese yo.
-Su autoestima, su responsabilidad y su autocontrol son débiles y se debilitan cada vez más.
-Entra en luchas por cuestiones relacionadas con el dominio-sumisión.
-Su dependencia lo hace confiar irracionalmente en agentes externos (una gran dependencia) para lograr seguridad, protección, amor, comida, aceptación, comodidad. Y para lograrlo usa la exigencia, la manipulación y el chantaje.
-Usa una fachada agresiva de actividad vigilante respecto a la satisfacción impulsiva de sus deseos o a la búsqueda de protección.
-Cuando la intoxicación por alcohol continúa durante el tiempo y con intensidad suficiente, desemboca en síndromes irreversibles. Uno de ellos puede ser la desintegración de la personalidad y el otro la demencia. En la desintegración de la personalidad comienza a desestructurar todo lo adquirido por la educación: normas éticas, modales. El alcohólico va descendiendo en la escala social y profesional. El abuso alcohólico le produce fases de agresividad, crisis de furia y se vuelve antisocial, hasta que tiene que ser internado en un hospital psiquiátrico en forma permanente. La demencia es un deterioro grave de la inteligencia. El alcohólico pierde los conocimientos y las habilidades que tenía bien aprendidos - incluidas las de su trabajo-.
Es importante señalar que no todos los alcohólicos tienen estas características. Una persona puede no tener alguna o muchas de ellas, y ser alcohólico, porque lo que define al alcohólico es su pérdida de libertad frente al alcohol. Ante el que siente una auténtica e irresistible apetencia frente a la que su voluntad fracasa. Pero esto es algo que el alcohólico suele negar: "No es irresistible -dicen- puedo dejar el alcohol cuando quiera…", y sigue cayendo, destruyendo su vida y la de los demás.
Ojalá, considerar estas características de la personalidad del alcohólico permita que algunos se detengan a tiempo, y que otros, que están ya en la etapa de la recuperación, sean más conscientes de que no es suficiente con dejar de beber; hace falta también un desarrollo personal y un crecimiento espiritual.
Revista ANUDANDO, Consejo Estatal Contra las Adicciones del Estado de Querétaro,
Año 3, Edición 17, Mayo-Junio 2002.


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