sábado, 30 de marzo de 2024

El poder de la adicción | Capítulo 8 - ¿Por qué quieres embriagarte? Décima entrega del libro

¿Por qué quieres embriagarte?

A la edad de catorce años yo me había convertido en un alcohólico. Dedicaba la mitad de mi vida a beber y eso producía un drástico cambio en mi interior que me apartaba de muchas personas. Mis relaciones sentimentales con mi familia no eran las mejores. Me alejé de núcleos sociales buenos y productivos, me enredé en situaciones peligrosas y degradantes. Todas mis actividades estaban enmarcadas en la ebriedad, dejando escapar grandes oportunidades y descuidando mi educación. —Eres rechazado y debes involucrarte en un mundo muy diferente al que tenías, lo cual se convierte en un círculo vicioso que no te deja retomar el camino, que no te permite volver atrás. Entonces afloran la rebeldía y las conductas negativas—.

Por fortuna obtuve algunos logros y terminé la secundaria, pero desperdicié la oportunidad de continuar con la educación superior. Estaba ciego, envuelto en perdidas ilusiones y vislumbrando un falso futuro, engañado por las trampas del placer, del dinero fácil y de la bebida, alejándome cada vez más de la vida real. Fracasé en muchos de mis intentos por surgir y ser bueno en distintas actividades; es lógico, nunca di lo suficiente para lograrlo porque estaba ocupado en mi mundo irreal y nefasto.


Desprecié a muchas personas que quisieron ser parte de mi vida; malgasté oportunidades que pudieran ofrecerme felicidad y acercarme al éxito social, perdí mi mejor tiempo, pero eso sí te garantizo que tomé y tomé como si la bebida fuera a acabarse.

Experimenté muchas cosas que no todos tienen la oportunidad de hacer. Recuerdo una frase que yo promulgaba con orgullo y con delirio (y que todavía hoy lo hago): «que me quiten lo bailao», refiriéndome a la gran satisfacción por todas aquellas experiencias vividas, jactándome de ellas como si fuesen lo mejor.

Sin duda, el alcohol puede llevarte por caminos muy oscuros. Te acerca al bajo mundo, ese donde habitan la delincuencia y la maldad, donde faltan los principios y los valores morales (aquellos que tal vez sí puedas encontrar en una sociedad sana). Te acerca a otro escenario igual de peligroso: las drogas. La oferta y las oportunidades aumentan, presentándose de múltiples formas para invitarte a probar y consumir otras sustancias. Pero además tu voluntad se mina por completo, lo cual conduce al quebrantamiento y por consiguiente a una vida indisciplinada que te convierte en un individuo capaz de hacer cualquier cosa. Llegas a un estado en el que no sabes qué está bien y qué está mal, ves las cosas desde un punto de vista diferente al que tenías primero.

Estarás pensando que toda esa trágica y exagerada versión de una vida desperdiciada está ligada o que corresponde únicamente a individuos que perdimos el control y avanzamos a niveles relativamente terminales y desenfrenados. En parte tienes razón, porque no todos hemos debido afrontar las mismas circunstancias infernales e irreales a consecuencia del alcohol, algunos apenas han llegado al umbral logrando entender y percibir a tiempo el peligro de continuar; otros, en cambio, desgraciadamente han debido llegar a lo más profundo del abismo convirtiendo sus vidas y las de sus familias en un tormento inevitable.

La cuestión es que las consecuencias no se manifiestan con igual celeridad y contundencia en todos los individuos; algunos son más fuertes que otros. Muchos cuentan con suficiente apoyo moral y sentimental, poseen una estructura psicológica sólida, control sobre sí mismos y gran fortaleza de carácter, han recibido y aceptado una oportuna formación.

Todos estos factores inciden en que el camino se haga más corto o más largo para caer en la desgracia por trazar una ruta equivocada gracias al alcohol, o en que se pueda transitar la vida sin tener que pasar por absurdas y desafortunadas experiencias. «Para llegar al final solo basta con emprender el camino», y todos sabemos con certeza lo cortos que son los caminos que conducen al mal y a la perdición.

Por más control que tengamos o creamos tener en cualquier actividad o hábito de vida, siempre llegará el momento en el que las cosas cambien. La repetición de pensamientos y de acciones nos lleva hacia las costumbres, estas se transforman en hábitos y ―finalmente― en automatismos; actuaciones ordenadas desde el subconsciente sin un juicio previo de la consciencia.

«El mundo del alcohol es similar al de las drogas, con la diferencia de que estas últimas son estigmatizadas, temidas, criticadas, rechazadas y penalizadas. En cambio, el alcohol es aceptado y acogido por la gran mayoría de los miembros de la sociedad».

Diferentes circunstancias en la vida de cada individuo pueden influir para que este adquiera el hábito de la bebida y, para que estando dentro, alcance grados preocupantes de adicción. Debo reiterar que la educación, la estabilidad emocional, las condiciones socioeconómicas y la construcción personal son preponderantes. Sin embargo, el alcohol toca a cualquier persona sin importar su sexo, edad, raza, estrato social, costumbres, creencias, etcétera.

No porque eres rico, estás exento de caer en la adicción; o porque estás del lado opuesto (la pobreza) te vas a librar de ser alcohólico. No importa tampoco que seas profesional, asalariado, estudiante, comerciante, ama de casa, ladrón o vago. —Todos podemos ser presa fácil de este monstruo—.



«Claro que existen ambientes más propicios y fértiles para que proliferen las cosas negativas, pero definitivamente si quieres tomarte un trago puedes hacerlo donde quieras y en el momento que lo desees».

Sobre las motivaciones por las que lo haces, ni hablar: tomas porque estás alegre, triste o preocupado. Tomas para enamorar, plantear o definir un negocio, para hacer amigos y divertirte, etcétera. Pero, sobre todo, tomas porque las personas que te rodean te invitan a hacerlo. De alguna manera te lo sugieren, te seducen, te sugestionan…

¡Es inconcebible celebrar sin alcohol! Una fiesta sin licor no parece agradable para muchas personas. Cuando vas de pícnic o a un asado, no deben faltar los tragos. Si tienes una reunión íntima, es válido compartir unas copas. Para calmar tus penas, recurres al alcohol. Si te reúnes con tus amigos en la bolera, el billar o la taberna, casi siempre habrá licor…

¿Piensas que estoy equivocado?

Entre otros efectos causados por la ingesta de alcohol, se advierten un estado de desinhibición y el elevado nivel de excitación y osadía, además, pueden producirse cambios drásticos en la personalidad de los individuos, muy notorios durante su consumo y, de manera desapercibida al largo plazo.

Cambia tu estado de ánimo y la respuesta ante tus relaciones interpersonales, la motivación y tu deseo de trabajar, tus sentimientos, costumbres e intenciones morales, tu sentido de responsabilidad y tus paradigmas, etcétera. «En algún momento se quebrantan tu voluntad y tus principios, y comienza la degradación personal».

No es extraño para ninguno de nosotros, haber vivido malas experiencias y conocer de comportamientos anómalos de otras personas en estado de embriaguez o tocados por el alcohol. El tímido se vuelve extrovertido, el cobarde se vuelve guapo, el pobre se cree rico, el acomplejado se siente grande, el feo se cree hermoso, la santa se prostituye, el bruto se convierte en intelectual…

La verdad es que sí se producen cambios drásticos en la personalidad, pero esto no es más que el efecto temporal causado por la intoxicación que afecta al sistema nervioso, ocasionando ese descontrol de la estructura interior humana, manifestándose primordialmente sobre la consciencia de las personas, dejándolos a merced de sus pasiones y sentimientos.

La mayor causa de problemas y desgracias que afectan a la sociedad son motivadas por flagelos como la drogadicción y el alcoholismo. Las estadísticas por muertes violentas son muy altas. El motivo principal de riñas y venganzas, atracos y situaciones brutales es el alcohol. Los accidentes de tránsito por culpa de conductores ebrios son muchos y frecuentes. El suicidio también ocupa un lugar importante por causa muchas veces― del tóxico elíxir.

Por otra parte, uno de los motivos del alto índice de pobreza es el gasto irresponsable ―en licor y otros vicios― del dinero que debería ser destinado para las necesidades del hogar.  Esto afecta a las familias, la industria, el comercio y todos los gremios. Los elementos productivos (las personas) malgastan los recursos económicos en su adicción, descuidan sus compromisos y actúan como elementos inconstantes e ineficientes en su trabajo, generándose así incumplimiento e irresponsabilidad, conductas negativas, problemas de salud, disminución de la calidad laboral, conflictos morales y sentimentales.

«Consecuentemente, en ausencia de recursos económicos, el nivel de la educación empeora». En los sectores más bajos de la sociedad las personas no tienen dinero para pagar los servicios educativos, porque irónicamente gran parte de su dinero se desvía en dirección hacia el placer y la diversión.  Y en el polo opuesto, en donde se ubica aquella sociedad privilegiada que cuenta con los recursos suficientes para satisfacer todas sus necesidades, los individuos se concentran en despilfarrar tiempo y dinero en actividades inútiles (que siempre incluyen bebidas alcohólicas como ingrediente principal), abandonando muchas veces sus responsabilidades productivas.

La salud es otro de los puntos álgidos; las cifras de muerte y enfermedad causadas por el alcohol son muy altas y van en aumento. Los efectos psicológicos negativos al corto y largo plazo son devastadores. El consumo habitual envuelve a las personas en un mundo irreal, alejándolos de sus planteamientos originales de vida.



Todo se transforma: las perspectivas, sentimientos, anhelos, necesidades, costumbres, voluntad y autoestima. «Es muy factible que la adicción pueda llevar al abandono familiar; a la prostitución, la drogadicción, la delincuencia, la ludopatía, la vagancia, e incluso al deseo de morir».

Es increíble que un ser tan privilegiado en la naturaleza, como lo es el ser humano, lleno de capacidad y entendimiento, no pueda detectar a tiempo el problema y actuar positivamente para cuidar de su integridad y bienestar. Se supone que somos inteligentes, que tenemos la capacidad de evolucionar y de encontrar soluciones ante las crisis.

No más por instinto, los animales, las plantas y todos los seres vivos rechazan lo que les afecta y se aferran a lo que les hace bien. Entonces, ¿por qué las personas no actuamos en concordancia con la verdad y la razón?

¿No es acaso una ley natural de la vida el protegerse?

¿No es la vida lo que más amamos?


 


 

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