miércoles, 20 de diciembre de 2023

Padres preocupados / Capítulo 4 - ¿Por qué quieres embriagarte? Sexta entrega del libro

Imagen tomada de la página web BBC News mundo https://www.bbc.com/mundo/articles/cw48kqzlzqko

¿Porqué quieres embriagarte?

Padres preocupados | Capítulo IV

Sin duda alguna, los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos y realizamos grandes esfuerzos intentando darles lo que necesitan. La meta es apoyarlos, educarlos y prepararlos para que en el futuro sean independientes y exitosos.

Desbordamos mucho amor sobre ellos. Les enseñamos todo lo que hemos aprendido, tratamos de evitar que repitan los errores que nosotros cometimos, les transmitimos principios morales, fomentamos en ellos los valores humanos y esas supuestas virtudes de las que nos sentimos orgullosos. Además, tratamos de protegerlos de cualquier cosa que pueda hacerles daño.

Siempre estamos agobiándolos con recomendaciones triviales y pasajeras, pero no entendemos por qué ellos incurren en errores.

Recuerdo algo de lo que nos decían padres y educadores, refiriéndose a sus enseñanzas y al resultado de las mismas: «Por un oído le entra y por el otro le sale». Pues tenían toda la razón: sus métodos drásticos y represivos lograban algunos resultados positivos inmediatos como respuesta natural a la presión, pero sus enseñanzas no eran bien asimiladas ni lograban convertirse en elementos completos de formación.

 

Imagen tomada de la página web Psicología y Mente https://psicologiaymente.com/desarrollo/claves-relacion-sana-padres-hijos-adolescentes

En un proceso de aprendizaje no basta la información, es necesario el entendimiento y la aceptación de la misma. Debe integrarse el conocimiento a la estructura psicológica y moral del individuo. Para asimilar la enseñanza hay que entenderla, aceptarla y ligarla al universo íntimo, de lo contrario, no será más que información fugaz.

Así pues, dentro del marco de esa educación y del pensamiento de antaño, muchos de los temas relevantes se consideraban intocables, incuestionables, tabú. Solo primaba la sabia opinión de los padres y su experiencia. Sus consejos ―a manera de leyes― debían ser escuchados y obedecidos sin importar si se estaba de acuerdo o no. Y aunque justos y razonables, muchos de ellos, pretendían equívocamente convertir a las generaciones venideras en fieles copias de su forma de vida.

Actuaban sin reflexionar sobre sus posibles errores y sin aceptar la continua evolución generacional, la misma a la que si le hubiesen abierto un espacio de comprensión, quizás habría afectado de manera positiva sus vidas, las de su prole y las de la sociedad en general.

Sin duda, muchos de esos consejos fueron y serán valiosos. Mencionemos algunos ejemplos:

«Trabaja fuerte e incansablemente, demostrando siempre dignidad y honradez. No robes, porque eso jamás te lo perdonaría».

Este concepto lo reforzaba la iglesia católica con uno de sus diez mandamientos. Pienso que es algo positivo. De esta forma nos enseñaban el valor de la honradez y el respeto por los bienes ajenos. Se reconocían y fortalecían el honor y la dignidad humana con base en el trabajo (virtud que enaltece al hombre).

«Ten relaciones sexuales sanas con sujetos del sexo opuesto y ojalá comprometido en la convivencia de pareja».

Estoy muy de acuerdo. Las relaciones heterosexuales son saludables y positivas para el individuo y la sociedad. La promiscuidad y el libertinaje siempre han generado problemas y situaciones peligrosas que afectan la vida de personas y familias.

Pero nunca fueron suficientes esos tibios y restrictivos consejos, pues parecían ignorar la vulnerabilidad psicológica de los individuos por causa de su inexperiencia. Basta con observar el resultado de las relaciones fracasadas de pareja en épocas de adolescencia y juventud, para detectar la ausencia de formación y madurez.

Imagen tomada de la página web El Planteo

https://elplanteo.com/marihuana-legal-tabaco-estudio/

 

«No fumes cigarrillo, es muy dañino». Parece simple, pero es trascendental en cuanto a la salud personal y grupal. Esa importante advertencia necesitaría ser reforzada con más información y acciones. Con argumentos y análisis sobre sus efectos tóxicos, su gran poder aditivo, causas y consecuencias personales y sociales del consumo.

«No fumes marihuana, sabes lo despreciables que son los marihuaneros». Ese parece ser el único punto que la gente ataca cuando se toca el tema, destacando el qué dirán, lo vergonzoso, lo prohibido. Pero omiten (tal vez por ignorancia) las consecuencias negativas que puede generar la adicción a la yerba, relacionadas con la vida productiva de quienes la consumen, con los posibles daños morales y psicológicos, con la degradación personal y social, con los efectos nocivos para su salud, etcétera.

Es necesario también hacer referencia a un tema muy preocupante en la actualidad: el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Es una grave amenaza para la humanidad y no se le concede la importancia que se merece. Al respecto, algunos padres apenas se limitan a recordar a sus hijos el uso del preservativo (o condón) como la única y más eficaz forma de prevención. Con ese tibio consejo creen hacer lo suficiente para evitar que resulten afectados. Confían en que la comunidad, utilizando los medios de información y a través de fugaces campañas preventivas, logrará evitar el contagio masivo de la enfermedad.

Pero no es suficiente informar y crear temor; las personas se olvidan, la juventud es rebelde y osada. Sí, la prevención es el único y mejor camino, pero se trata de un problema de consciencia, de responsabilidad y autovaloración. Para cuidarse hay que estar convencido de lo peligroso que es el virus, de su fácil transmisión y de los métodos preventivos que funcionan. Es ahí en donde deberíamos hacernos siempre presentes los padres para educar, convencer, sembrar ideas y conceptos convenientes.

No se necesita ser ilustrado ni sabio si se quiere orientar de manera positiva a los hijos. Muchos temas deberían ser tratados con ellos en busca de entendimiento, prevención y soluciones.

Hagámonos ahora algunas preguntas sobre el alcohol:

¿Crees que se cuestiona el consumo del alcohol con el mismo énfasis que se hace hacia el cigarrillo y la marihuana?

¿Es rechazado socialmente el individuo que toma algunas copas?

¿Las personas disfrutan de las celebraciones sin incluir la bebida?

¿Es imprescindible el licor para poder alcanzar estados de alegría, relajación y felicidad?

¡Tabú! Nadie quiere adentrarse en ese tema para discutirlo, reflexionar sobre él y hacer conclusiones serias. Apenas sí se habla de permisividad, de horarios y límites respecto a su ingesta. Se diseñan actividades, modalidades y espacios para disfrutarlo. Así solo se favorece su consumo, se genera aceptación y tranquilidad individual y social.

¡Nadie quiere abordar la parte negativa! ¿Por qué? Porque la mayoría de las personas, sin importar su edad, cultura, raza, condiciones socioeconómicas, etcétera, estuvieron o están involucrados de una u otra manera con ese fenómeno. Nadie quiere cargar con el peso de la responsabilidad frente a las consecuencias. Los padres, por ejemplo, jamás van a aceptar que han transmitido un mensaje equívoco a sus vástagos. Sin embargo, desde su posición de líderes y protectores, generan consejos y normas que tal vez ayuden con el problema. Por ejemplo:

¡Si quieres tomar, debes aprender a hacerlo bien…!

¡Nunca abandones tus responsabilidades por andar tomando licor!

¡Puedes beber unas copas, pero recuerda que tienes actividades pendientes!

¡Trata de disfrutar los tragos sin problemas!

¡Disfruta de la bebida en buena compañía!

¡Procura no gastar mucho dinero en licor!

¡Toma de vez en cuando, no sea que te conviertas en un alcohólico!

Imagen tomada de la web de Semana.com                                 

https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/beber-licor-delante-de-los-hijos/549770/

Estas y otras tantas recomendaciones paternas, sin duda, son una clara voz de aceptación al consumo de licor. Sin embargo, ya sea que nos ubiquemos en el tiempo hace setenta años o en el día de hoy, la tendencia común de la gente es la de catalogar el alcohol como perjudicial. «¡Claro!, dependiendo de las circunstancias en las que se consuma». —¿Cómo entenderlo entonces? —.

Es como si ignorásemos a propósito la verdad, como si fuésemos incapaces de decidir si está bien o está mal. Aceptamos el alcohol socialmente dentro de unos parámetros, pero en el fondo tenemos la certeza de que no trae nada positivo para nuestras vidas y de que —por el contrario— nos afecta de alguna manera. Tal vez lo percibimos apenas como un problema disciplinario, lejano al interior del ser.

Algo fácil de controlar en el momento en el que decidamos hacerlo.

Nos negamos a entender y a reconocer lo peligroso y nocivo que puede ser social e individualmente. Sabemos muy bien cuáles son los efectos fisiológicos y psicológicos que se producen durante y después de su consumo, pero nos negamos a rechazarlo radicalmente y a calificarlo como lo que es: un enemigo fuerte y peligroso que acecha; una avanzada hacia la derrota liderada por la conciencia del individuo, inmersa en el error; un camino hacia la degradación y al fracaso.

Prevalece el concepto generalizado entre familias, educadores y profesionales de la salud, de catalogar el alcohol como un factor negativo y perjudicial, algo que afecta a los seres humanos en todos los aspectos de la vida. Todos sabemos de sus efectos malignos, pero hacemos gala del cinismo y de la hipocresía, ignorando el peligro y dando rienda libre a la inconsciencia.

Infortunadamente, nuestros pensamientos están condicionados por las viejas costumbres y desde una perspectiva equívoca. Así llegamos a creer que la actitud más inteligente es la de consumir licor moderadamente y en ambientes sanos y tranquilos: dentro del círculo familiar, en compañía de la pareja o de amigos, en eventos de alta clase social, etcétera.

En fin, podemos encontrar bastantes justificaciones para tomar una o muchas copas de alcohol sin ser objeto de señalamientos, sin producir temor ni preocupación a otras personas y sin llegar a sentir la más mínima inquietud o culpabilidad por hacerlo. Creemos que está bien y que es aceptable.  ¡Lo justificamos, lo apoyamos y lo promovemos!

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