A la edad de catorce años yo me había convertido en
un alcohólico. Dedicaba la mitad de mi vida a beber y eso producía un drástico
cambio en mi interior que me apartaba de muchas personas. Mis relaciones
sentimentales con mi familia no eran las mejores. Me alejé de núcleos sociales
buenos y productivos, me enredé en situaciones peligrosas y degradantes. Todas
mis actividades estaban enmarcadas en la ebriedad, dejando escapar grandes
oportunidades y descuidando mi educación. —Eres rechazado y debes involucrarte
en un mundo muy diferente al que tenías, lo cual se convierte en un círculo
vicioso que no te deja retomar el camino, que no te permite volver atrás.
Entonces afloran la rebeldía y las conductas negativas—.
Por fortuna obtuve algunos logros
y terminé la secundaria, pero desperdicié la oportunidad de continuar con la
educación superior. Estaba ciego, envuelto en perdidas ilusiones y vislumbrando
un falso futuro, engañado por las trampas del placer, del dinero fácil y de la
bebida, alejándome cada vez más de la vida real. Fracasé en muchos de mis
intentos por surgir y ser bueno en distintas actividades; es lógico, nunca di
lo suficiente para lograrlo porque estaba ocupado en mi mundo irreal y nefasto.
Experimenté muchas cosas que no
todos tienen la oportunidad de hacer. Recuerdo una frase que yo promulgaba con
orgullo y con delirio (y que todavía hoy lo hago): «que me quiten lo bailao»,
refiriéndome a la gran satisfacción por todas aquellas experiencias vividas,
jactándome de ellas como si fuesen lo mejor.
Sin duda, el alcohol puede
llevarte por caminos muy oscuros. Te acerca al bajo mundo, ese donde
habitan la delincuencia y la maldad, donde faltan los principios y los valores
morales (aquellos que tal vez sí puedas encontrar en una sociedad sana). Te acerca
a otro escenario igual de peligroso: las drogas. La oferta y las oportunidades
aumentan, presentándose de múltiples formas para invitarte a probar y consumir
otras sustancias. Pero además tu voluntad se mina por completo, lo cual conduce
al quebrantamiento y por consiguiente a una vida indisciplinada que te convierte
en un individuo capaz de hacer cualquier cosa. Llegas a un estado en el que no
sabes qué está bien y qué está mal, ves las cosas desde un punto de vista
diferente al que tenías primero.
Estarás pensando que toda esa
trágica y exagerada versión de una vida desperdiciada está ligada o que
corresponde únicamente a individuos que perdimos el control y avanzamos a
niveles relativamente terminales y desenfrenados. En parte tienes razón, porque
no todos hemos debido afrontar las mismas circunstancias infernales e irreales
a consecuencia del alcohol, algunos apenas han llegado al umbral logrando
entender y percibir a tiempo el peligro de continuar; otros, en cambio,
desgraciadamente han debido llegar a lo más profundo del abismo convirtiendo
sus vidas y las de sus familias en un tormento inevitable.
La cuestión es que las
consecuencias no se manifiestan con igual celeridad y contundencia en todos los
individuos; algunos son más fuertes que otros. Muchos cuentan con suficiente
apoyo moral y sentimental, poseen una estructura psicológica sólida, control
sobre sí mismos y gran fortaleza de carácter, han recibido y aceptado una
oportuna formación.
Todos estos factores inciden en
que el camino se haga más corto o más largo para caer en la desgracia por
trazar una ruta equivocada gracias al alcohol, o en que se pueda transitar la
vida sin tener que pasar por absurdas y desafortunadas experiencias. «Para
llegar al final solo basta con emprender el camino», y todos sabemos con
certeza lo cortos que son los caminos que conducen al mal y a la perdición.
Por más control que tengamos o
creamos tener en cualquier actividad o hábito de vida, siempre llegará el
momento en el que las cosas cambien. La repetición de pensamientos y de
acciones nos lleva hacia las costumbres, estas se transforman en hábitos y ―finalmente―
en automatismos; actuaciones ordenadas desde el subconsciente sin un juicio
previo de la consciencia.
«El mundo del alcohol es similar
al de las drogas, con la diferencia de que estas últimas son estigmatizadas,
temidas, criticadas, rechazadas y penalizadas. En cambio, el alcohol es aceptado
y acogido por la gran mayoría de los miembros de la sociedad».
Diferentes circunstancias en la
vida de cada individuo pueden influir para que este adquiera el hábito de la
bebida y, para que estando dentro, alcance grados preocupantes de adicción.
Debo reiterar que la educación, la estabilidad emocional, las condiciones
socioeconómicas y la construcción personal son preponderantes. Sin embargo, el
alcohol toca a cualquier persona sin importar su sexo, edad, raza, estrato social,
costumbres, creencias, etcétera.
No porque eres rico, estás exento
de caer en la adicción; o porque estás del lado opuesto (la pobreza) te vas a
librar de ser alcohólico. No importa tampoco que seas profesional, asalariado,
estudiante, comerciante, ama de casa, ladrón o vago. —Todos podemos ser presa
fácil de este monstruo—.
«Claro que existen ambientes más
propicios y fértiles para que proliferen las cosas negativas, pero
definitivamente si quieres tomarte un trago puedes hacerlo donde quieras y en
el momento que lo desees».
Sobre las motivaciones por las
que lo haces, ni hablar: tomas porque estás alegre, triste o preocupado. Tomas
para enamorar, plantear o definir un negocio, para hacer amigos y divertirte, etcétera.
Pero, sobre todo, tomas porque las personas que te rodean te invitan a hacerlo.
De alguna manera te lo sugieren, te seducen, te sugestionan…
¡Es inconcebible celebrar sin
alcohol! Una fiesta sin licor no parece agradable para muchas personas. Cuando
vas de pícnic o a un asado, no deben faltar los tragos. Si tienes una reunión
íntima, es válido compartir unas copas. Para calmar tus penas, recurres al
alcohol. Si te reúnes con tus amigos en la bolera, el billar o la taberna, casi
siempre habrá licor…
¿Piensas que estoy equivocado?
Cambia tu estado de ánimo y la respuesta ante tus
relaciones interpersonales, la motivación y tu deseo de trabajar, tus
sentimientos, costumbres e intenciones morales, tu sentido de responsabilidad y
tus paradigmas, etcétera. «En algún momento se quebrantan tu voluntad y tus
principios, y comienza la degradación personal».
No es extraño para ninguno de
nosotros, haber vivido malas experiencias y conocer de comportamientos anómalos
de otras personas en estado de embriaguez o tocados por el alcohol. El tímido
se vuelve extrovertido, el cobarde se vuelve guapo, el pobre se cree rico, el
acomplejado se siente grande, el feo se cree hermoso, la santa se prostituye,
el bruto se convierte en intelectual…
La verdad es que sí se producen
cambios drásticos en la personalidad, pero esto no es más que el efecto temporal
causado por la intoxicación que afecta al sistema nervioso, ocasionando ese
descontrol de la estructura interior humana, manifestándose primordialmente
sobre la consciencia de las personas, dejándolos a merced de sus pasiones y
sentimientos.
La mayor causa de problemas y
desgracias que afectan a la sociedad son motivadas por flagelos como la
drogadicción y el alcoholismo. Las estadísticas por muertes violentas son muy
altas. El motivo principal de riñas y venganzas, atracos y situaciones brutales
es el alcohol. Los accidentes de tránsito por culpa de conductores ebrios son
muchos y frecuentes. El suicidio también ocupa un lugar importante por causa ―muchas veces― del tóxico elíxir.
Por otra parte, uno de los
motivos del alto índice de pobreza es el gasto irresponsable ―en licor y otros
vicios― del dinero que debería ser destinado para las necesidades del hogar. Esto afecta a las familias, la industria, el
comercio y todos los gremios. Los elementos productivos (las personas)
malgastan los recursos económicos en su adicción, descuidan sus compromisos y actúan
como elementos inconstantes e ineficientes en su trabajo, generándose así
incumplimiento e irresponsabilidad, conductas negativas, problemas de salud,
disminución de la calidad laboral, conflictos morales y sentimentales.
«Consecuentemente, en ausencia de
recursos económicos, el nivel de la educación empeora». En los sectores más
bajos de la sociedad las personas no tienen dinero para pagar los servicios
educativos, porque irónicamente gran parte de su dinero se desvía en dirección
hacia el placer y la diversión. Y en el
polo opuesto, en donde se ubica aquella sociedad privilegiada que cuenta con
los recursos suficientes para satisfacer todas sus necesidades, los individuos
se concentran en despilfarrar tiempo y dinero en actividades inútiles (que
siempre incluyen bebidas alcohólicas como ingrediente principal), abandonando
muchas veces sus responsabilidades productivas.
La salud es otro de los puntos
álgidos; las cifras de muerte y enfermedad causadas por el alcohol son muy
altas y van en aumento. Los efectos psicológicos negativos al corto y largo
plazo son devastadores. El consumo habitual envuelve a las personas en un mundo
irreal, alejándolos de sus planteamientos originales de vida.
Todo se transforma: las
perspectivas, sentimientos, anhelos, necesidades, costumbres, voluntad y
autoestima. «Es muy factible que la adicción pueda llevar al abandono familiar;
a la prostitución, la drogadicción, la delincuencia, la ludopatía, la vagancia,
e incluso al deseo de morir».
Es increíble que un ser tan
privilegiado en la naturaleza, como lo es el ser humano, lleno de capacidad y
entendimiento, no pueda detectar a tiempo el problema y actuar positivamente
para cuidar de su integridad y bienestar. Se supone que somos inteligentes, que
tenemos la capacidad de evolucionar y de encontrar soluciones ante las crisis.
No más por instinto, los
animales, las plantas y todos los seres vivos rechazan lo que les afecta y se
aferran a lo que les hace bien. Entonces, ¿por qué las personas no actuamos en
concordancia con la verdad y la razón?
¿No es acaso una ley natural de la vida el
protegerse?
¿No es la vida lo que más amamos?