Capítulo 3 - Licencia para beber
Retomando
la época de mi niñez, recuerdo que ocasionalmente tenía la oportunidad de beber
un vino, un aguardiente, una cerveza, lo que fuera. «Contaba con la
autorización implícita para hacerlo».
Acontecimientos como
la celebración de la navidad o de fin de año, los cumpleaños, matrimonios,
bautizos, confirmaciones, paseos campestres, etcétera, estaban aparentemente
controlados por los padres. Ellos disponían de los alimentos, las bebidas y las
actividades a realizar. Entonces, siendo así, a su antojo, todo parecía
funcionar dentro de la normalidad.
Sería muy
diferente si alguno de los hijos menores de edad decidiese tomarse unos tragos
en compañía de sus amigos y sin autorización, quebrantando así los
ordenamientos familiares. En ese caso sí se pondría al descubierto la
existencia de un grave problema.
Estoy
seguro de que muchas personas han experimentado esta situación. De que en
algún momento de sus vidas fueron invitados, asistidos o tolerados por sus
padres, tíos, padrinos o abuelos para consumir alcohol, eso sí, siempre y
cuando se tratara de una ocasión especial o de una celebración hogareña.
He aquí entonces
camuflada entre los seguros y afectivos lazos de la familia, una mágica, inmensa
y peligrosa puerta de entrada al sórdido mundo del alcoholismo.
En mi caso, sin
duda alguna, la mejor oportunidad para tomar licor se presentaba con esas
celebraciones caseras. Sin señalamientos por parte de mis padres, sin reproches
y sin remordimientos. En cuanto a lo cotidiano, mientras obedeciera y cumpliera
con mis obligaciones académicas y oficios, no había ningún conflicto.
Cabe anotar, que
los individuos no perciben ni entienden que existe un problema de alcoholismo
en otros, mientras su comportamiento no les afecte a ellos de manera negativa.
—Es por eso que hago referencia al cumplimiento de los deberes.
Cuando el
estudiante cumple con sus responsabilidades académicas y supera algunas metas;
cuando el padre de familia satisface las necesidades económicas de la casa, o
cuando la señora del hogar atiende de manera satisfactoria sus compromisos
familiares, entonces nadie notará que existe un problema con el alcohol, aunque
sepan que esa persona lo consume continuamente. Por el contrario, la tendencia
general será la de aceptarlo y reconocerlo como una justa recompensa al trabajo
y al esfuerzo de quien hace las cosas bien.
En cambio, si se
presentan fallas de rendimiento en las acciones de alguno de ellos, afectando
de forma directa y perjudicial a quienes les rodean, surge escandalosamente la
existencia de un problema y entonces todos admiten que el motivo es el consumo
del alcohol. Y se adoptan posiciones fuertes de rechazo y crítica,
enjuiciando al infractor y liberándose de cualquier responsabilidad.
Durante mi
pubertad y adolescencia fui un gran consumidor de alcohol. De manera progresiva
me hacía resistente a sus efectos y cada vez lo disfrutaba más. —Son muchas las
sensaciones y vivencias placenteras que te atrapan y te satisfacen.
Es por eso que
el mundo que vas construyendo te gusta, te absorbe, te fortalece. La bebida se
va convirtiendo en lo más importante de tu vida. Las primeras experiencias
trazan el camino por el que querrás continuar. Esa mezcla de sensaciones,
sentimientos y frescas impresiones con el elíxir embriagante afianza una
poderosa relación que influye en la construcción de tu personalidad.
«Se afecta desde
muy temprano tu vida productiva y social, se debilita la fortaleza que
albergará tu existencia».
Ya tus anhelos y satisfacciones no solo los compartirás con tu familia, sino también con esa pequeña sociedad que eliges, en especial, con quienes transitan tu mismo camino. Se arraiga de manera tan fuerte en tu vida el hábito de consumir licor, que se vuelve tan común beber como comer o practicar deportes, como estudiar, trabajar o recrearse. Y el alucinante bebedizo se convierte en tu compañero incondicional y en el complemento de casi todas tus actividades —porque así lo deseas.
Imagen tomada de https://www.guadalsalus.com/blog/alcoholismo-es-hereditario-duda
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