El protagonista del drama | Capítulo 7
Hablemos un
poco de nuestro tema central, el alcohol. Desde el punto de vista
científico puede catalogarse como una droga. Es un depresor del sistema
nervioso central que produce efectos estimulantes e inhibitorios. Estas reacciones
son relativas a la cantidad y a la capacidad de consumo de cada individuo, pero
en general alteran parcial o definitivamente la conducta humana. Además, en
circunstancias de intoxicación fuerte, puede conducir al estado de coma y
consecuentemente a la muerte por depresión del sistema respiratorio.
Como
síntomas generales de intoxicación podemos mencionar: alteración de los
sentidos (especialmente visión y audición); disminución de la capacidad
perceptiva; euforia, letargo, sueño, ansiedad, paranoia, depresión, confusión
mental, desorientación; disminución de la coordinación física y mental; pérdida
de la memoria y de la concentración; cambios de humor y de la emotividad,
reducción en la capacidad autocrítica.
En cuanto a
efectos físicos y fisiológicos concretos: primordialmente se afecta el hígado,
con posibilidad de desarrollar cirrosis hepática. Ataca el corazón y puede
llegar a producir insuficiencia cardiaca. Afecta los músculos, el sistema
digestivo, debilita el sistema inmunológico y favorece el origen y desarrollo
de muchas enfermedades.
Ante
semejante relación de consecuencias negativas que expongo, tal vez pienses que
todo esto suena exagerado y dramático, llevado al extremo. En verdad, para
entender su maligno poder, tenemos que ubicarnos en los límites de la etapa
última de la adicción, después de atravesar un largo y tortuoso camino. —Ese
que tomamos un día creyendo que nos llevaría a la felicidad—.
«Basta con que des el primer
paso, solo tienes que estar cerca de él y te hará daño».
Por fortuna,
no todos caemos al fondo. Algunos logran entenderlo a tiempo y abandonan el
peligro, comprendiendo los riesgos y luchando por recuperar y disfrutar lo
mejor de sus vidas. Muchos escuchan el llamado, entienden y aceptan la
orientación que otros queremos aportar.
Quiero
plantearlo de una manera muy simple: si yo nunca hubiese tenido las prematuras
experiencias que tuve con el licor, en donde veía a mis padres, familiares y
otros adultos consumiéndolo y disfrutándolo. Si nunca hubiese tomado algunos
tragos para probarlo y experimentar. Si no hubiese contado con esa gran
complicidad cultural, social y familiar; entonces, tal vez el alcohol nunca
hubiera sido parte de mi vida. Lo rechazaría y me alejaría de él; le temería
como si fuese veneno, como le temo a un desastre natural o a las fieras salvajes,
a todo aquello que amenaza con destrucción y muerte. Lo ignoraría concibiéndolo
como a un enemigo que nunca podría tocarme mientras no me acercase a él.
Veámoslo de
otra manera: si hoy en día soy una persona cuyas costumbres y comportamientos
no incluyen comer carne humana, cometer actos de terrorismo, ser un degenerado
sexual, rendir culto a fetiches del mal, etcétera; es porque jamás estuve cerca
de eso, nadie me lo enseñó ni me insinuó hacerlo. Nunca se me presentó la
oportunidad de conocer de cerca estas conductas ni se me preparó para seguirlas
o imitarlas, tampoco debí compartirlas con nadie como si fuesen aceptables; por
eso ni siquiera las consideré. Incluso, ignoré que existían durante mucho
tiempo. Pero además luego supe que eran negativas. Jamás estuvieron incluidas
en mi menú o en mis alternativas de vida —gracias a que mis padres y la
sociedad que me rodeó así lo quisieron—.
¿Lo
aceptarías? ¿Transmitirías el mismo mensaje a tus hijos?
Espero que
entiendas que mi posición de rechazo absoluto con respecto al alcohol es
radical e inamovible. Puede parecer cursi o muy conservadora, más aún, viniendo
de una persona que lo consumió en exageración durante treinta y cinco años o
más, alguien que compartió casi toda su vida con esa adicción.
Como antes
lo mencionaba, todas y cada una de mis actividades y mis pensamientos tenían
relación con el licor. Cuando llegas a ese punto, te parece que el preciado
líquido es tan indispensable como el agua, se te hace necesario a toda hora, se
convierte en el complemento de tu existencia. No puedes concebir tu vida en
otro plano diferente al que has trazado minuciosamente en la compañía del agraciado
veneno. ―Debo seguir con las exageraciones tratando de sintetizar en
palabras el dolor y la tragedia que han tocado a la humanidad como consecuencia
de este flagelo―.
De manera
recurrente escucharás noticias negativas y trágicas sobre la vida de las
personas, relacionadas con el consumo del alcohol. Se percibirá entre tus seres
queridos, aunque traten de ocultarlo, el temor y la desconfianza por tu salud y
por tu integridad cuando estás ligado de alguna manera a la bebida. Siempre
criticaremos y juzgaremos a los demás por acciones y circunstancias que
terminan de forma negativa, también asociadas al elíxir embriagante.
Ocasionalmente,
si somos consumidores, intentaremos reducirlo o abandonarlo por completo,
motivados por las experiencias negativas vividas en carne propia, o por las que
nos reflejan los casos de otros individuos.
«Algunas
personas se jactan de su capacidad de control y el manejo pulcro de sus
conductas en relación con la bebida, pero de manera implacable e inevitable en
algún momento se han de manifestar las nefastas consecuencias para todos».
¿No crees
que sea una debilidad personal el hecho de que no puedas controlar la ansiedad
por la bebida?
¿No es acaso
un abuso del libre albedrío continuar por un camino con la certeza de que es el
equivocado?
¿Te has
preguntado por qué justificas una conducta que en el fondo sabes que te
destruye paulatinamente?
«Perdóname
si te hago estos cuestionamientos, lo importante es que en la intimidad de tu
ser puedas dar respuesta a ellos y entenderlos».